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CRíTICA cine

«Furia de titanes»

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Koldo LANDALUZE

La versión original dirigida por Desmond Davis en 1981 certificó el completo declive del peplum y, sobre todo, de un modelo cinematográfico artesanal que muy poco podía hacer ante el avance constante de las técnicas de efectos especiales. A pesar de la maestría de Ray Harryhausen para crear criaturas imposibles, el mago de los efectos especiales era consciente de la dificultad que suponía seducir a un espectador que, cuatro años atrás, ya había descubierto nuevos horizontes con “La guerra de las galaxias” de George Lucas.

La primera “Furia de titanes” no ha envejecido muy bien pero, curiosamente, ha logrado ganar en varios frentes a la nueva producción y en un terreno que, a priori, resultaba casi imposible: los efectos especiales. Personalmente me resulta mucho más inquietante la Medusa que creó Harryhausen para el filme de Davis que la que ha sido creada para la nueva versión de Louis Leterrier, por culpa de unos efectos digitales que chirrían mucho más que los artesanales movimientos mecánicos del stop-motion.

Tampoco los aspectos narrativos, relacionados con aquel Olimpo habitado por dioses caprichosos que mueven los destinos de los humanos a su antojo, salen beneficiados en esta película tridimensional que desde sus primeras imágenes nos advierte de que se trata de un producto de consumo rápido y fácilmente digerible.

Leterrier es un cineasta acostumbrado al frenesí visual en su vertiente más acomodada y, en esta ocasión, no ha querido ser menos y ha creado para la ocasión una especie de montaña rusa en la que Perseo y sus compañeros de viaje se ven envueltos en un centrifugado de imágenes animado por un bestiario mitológico que tiene en la legendaria criatura escandinava del Kraken su elemento más destacable.

Tampoco su apartado interpretativo pasará a la historia: actores como Liam Neeson y Ralph Fiennes se limitan a pasar de puntillas a lo largo y ancho de este producto protagonizado por un Sam Worthington que vuelve a demostrar sus limitaciones interpretativas, retomando el rol legado por el no menos monocorde Harry Hamlin.

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