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El gobierno ruso dice que quiere salvar de la corrupción a su industria cinematográfica

El Estado ruso ha puesto en marcha una importante reforma en el sistema de subvenciones al séptimo arte, a menudo ineficaz y corrupto. Su objetivo, recuperar el protagonismo que el cine tenía en la URSS.

AFP | MOSCÚ

El cine ruso debiera generar «productos competitivos que atraigan a los espectadores tanto locales como extranjeros», declaró en noviembre pasado el primer ministro Vladimir Putin, presidente a su vez del Consejo de Desarrollo del Cine. Pero la industria no levanta cabeza y, según los expertos, continúa produciendo títulos mediocres. «Un tercio de los espectadores reconocen que sienten desconfianza hacia las películas nacionales», explica Dessislava Medkova, de la compañía rusa Movie Research (MRC). En 2006, los títulos rusos ocupaban un tercio de la cartelera.

La corrupción de los funcionarios, el distorsionado sistema de distribución y la abundancia de las subvenciones estatales que han inflado los presupuestos -comenzando con los cachés de los actores-, así como la piratería en el mercado de los DVD, han paralizando a la industria. La mitad de las películas subvencionadas el año pasado no se ha llegado a estrenar, como constató a finales de 2009 el cineasta Nikita Mijalkov, presidente de la Unión de Cineastas de Rusia y uno de los impulsores de la amplia reforma en las subvenciones. «Los productores están perdiendo entre el 25% y el 40% de los ingresos debido a que las salas `maquillan' el número real de entradas vendidas», dice Medkova. Las encuestas realizadas por la MRC entre los productores también han demostrado que los sobornos pagados a los funcionarios responsables de la concesión de subvenciones a menudo alcanzan hasta un 50% del presupuesto de producción.

Mijalkov, subvencionado

«Todo el mundo habla de que hay sobornos», confesó en una entrevista al periódico «Vedomosti» Sergei Tolstikov, director del recientemente creado Fondo de Apoyo al Cine. El Kremlin presta especial atención al séptimo arte, considerado como un arma ideológica en la época soviética. Bajo la presidencia de Putin (2000-2008), Rusia ha renovado más de 1.500 salas y produce un centenar de películas por año, casi tanto como la Rusia soviética. En aquella época, el Estado era el único que producía películas. Este sistema permitió la filmación de «Guerra y paz» (Óscar a la mejor película extranjera en 1968), «Cuando pasan las cigüeñas», «Solaris», de Andrei Tarkovsky, y «Siberiada», Andrei Konchalovsky (fueron Palma de Oro Cannes en 1958, 1972 y 1979).

Como parte de sus reformas, el Estado ruso, que hasta ahora ha invertido en la ficción casi 100 millones de dólares al año, ha decidido limitar sus préstamos a las empresas que considera capaces de producir éxitos y que aporten contenidos más «humanos» y «patrióticos». A finales de marzo, el Fondo de Apoyo seleccionó a ocho estudios de los 400 existentes de acuerdo con su rentabilidad y los premios obtenidos en festivales y recibirán cerca de 8,5 millones de dólares cada uno para producir tres largometrajes. Entre ellos figura curiosamente la empresa T Tri, del propio Nikita Mikhalkov («Quemado por el sol», Óscar en 1994).

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