Que en nuestro territorio las políticas económicas y fiscales desarrolladas por el gobierno foral estaban claramente influenciadas por la presión en la sombra de la patronal era hasta la fecha una evidencia. A través de sus contactos interpartidarios, los dirigentes de Adegi sabían influir discreta y eficientemente en defensa de sus intereses. Todo muy normal en un sistema «neoliberal-democrático» como el que padecemos, donde deben guardarse las formas inherentes al reparto de poderes... aunque después la presión fáctica de las clases dominantes acabe por condicionar el «qué» y el «cómo» en lo social. Evidentemente, este proceder político es fruto de la convergencia de intereses entre la derecha habitualmente gobernante y esa patronal poderosa e influyente.

Esto era, repito, lo «normal» hasta hace bien poco: unos, los políticos neoliberales, legislan y mandan lo que otros, patronal y clases pudientes, les sugieren en privado. Y digo «era» porque de un tiempo a esta parte y de la mano del Diputado General Sr. Markel Olano la patronal guipuzcoana ya no sólo «influye» y «condiciona», sino que además adquiere un protagonismo político más que relevante. A través de Gipuzkoa Aurrera, el lobby empresarial y financiero ha salido de las bambalinas que históricamente ocupaba y se muestra impúdico y desafiante, llegando incluso a mostrarnos públicamente sus luchas intestinas por el poder, cual partido político al uso.

Esto es algo más que una vergonzosa claudicación del Sr. Olano. Dar a esta patronal envalentonada el timón de la política económica sólo puede contribuir a agrandar más si cabe la brecha entre quienes más tienen y el resto de la población. Darles además el protagonismo político es sencillamente reventar cualquier semejanza con la separación de poderes que se le supone a un sistema democrático.