Ahora que a Garzón parece que le van a dar una cornada de pronóstico reservado, los medios afines al tardofranquismo danzan de alegría y los próximos al PSOE claman de indignación. A mí, plín.

El editorialista de «Diario de Navarra» no disimulaba demasiado su satisfacción: «Ya está dicho, y será oportuno repetirlo. Garzón ha prestado espléndidos y valientes servicios a la democracia y la libertad. En esta zona de España sabemos bien de qué hablamos. Pero lo que está ahora en cuestión no es su biografía profesional ni el balance de sus actuaciones jurisdiccionales. La litis se centra en si cometió o no prevaricación. El TS aprecia indicios suficientes». O sea, es bueno si embiste a los independentistas, pero que a los franquistones no les toque un pelo.

También en «La Razón» defendían a los suyos: «Entendemos que las decisiones de Garzón en la causa contra el franquismo no tienen sostén jurídico y que su actuación ha sido un ejercicio al servicio de un principio de oportunidad al calor de la revanchista Memoria Histórica». Le falta decir que para eso ganaron una guerra.

Y el editorialista de «El Diario Vasco» y «El Correo Español» daba saltitos de contento: «el procedimiento abierto a Garzón subraya la grandeza de un sistema por el que la preeminencia de la Ley nos iguala a todos». Eso no se lo cree ni el hijo pequeño del editorialista.

Los que no disimulaban un monumental cabreo eran los de «El País», que en su editorial sentenciaban: «Garzón se sentará en el banquillo por haber intentado, no desde una teorización meramente imaginativa del derecho sino desde el ejercicio jurisdiccional que corresponde al juez penal, dar satisfacción a familiares de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura que no aceptan como normal y acorde con el Estado democrático que sus restos sigan sin identificar en fosas comunes. Algo que no dejará de causar preocupación y estupefacción en países europeos que también vivieron la terrible experiencia de regímenes dictatoriales en épocas todavía no lejanas».

Por mí, la verdad, como si lo deportan a las Islas Molucas, pero sospecho que si no llega a rascar en el franquismo, le habrían hecho una estatua.