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Raimundo Fitero

Sus derechos

Tras la hiperbólica aceptación de Lionel Messi como el nuevo profeta del fútbol convertido en un divertimento interdisciplinar e interclasista, sometidos irremediablemente a la presión medio ambiental de un partido del Milenio, viendo pasar por nuestros noticiarios a chorizos, jueces sobreactuados asumiendo considerandos de sus pares, tras todos los gritos, los dogmas, las apariciones y las dudas razonables sobre la existencia, al menos durante unos mini segundos del elemento 117 de la tabla periódica, suena la palabra huelga en el ámbito de los jugadores profesionales de la gran religión global, por lo que debemos rescatar los manuales del buen sindicalista para no dejarnos llevar por las primeras impresiones.

El fútbol es un nido de arribistas, oportunistas y conseguidores que se arremolinan alrededor de clubes que tienen una cierta impunidad en sus relaciones con la Seguridad Social, Hacienda, especialmente cuando se mueven en cifras tan astronómicas y cuando se parten de joyas inmobiliarias tan precisadas como son campos de fútbol localizados en lugares céntricos de las ciudades. Mirar la nómina de los presidentes de los clubes de la primera división es percatarse de que estamos hablando de algo que huele fatal, donde hay tantas connivencias entre directivos, políticos, constructores, agentes y televisiones, en ocasiones públicas, que asusta.

Pues bien, la crisis es total, está tapada. Aplazada, pero llega ya a algunos clubes de las categorías profesionales que tienen deudas millonarias con sus jugadores, sus empleados, y otras instancias públicas. De tal manera que van a convocar una huelga para forzar la solución a la situación dramática de docenas de jugadores que no aparecen en las portadas, la clase obrera de un oficio que mueve millones de euros con una facilidad sospechosa. Una huelga que se intentará abortar desde todos los frentes porque parar una jornada de Liga es desbaratar el calendario, o sea, fastidiar el negocio y crear malestar social. Tienen derecho, defienden sus derechos. No cabe ni un ripio de poesía populista. Solución inmediata. La burbuja futbolística está a punto de estallar.

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