Unas doscientas personas quedaron en la noche del miércoles sepultadas por toneladas de tierra, basura y escombros tras un nuevo deslizamiento de tierra en una favela de la ciudad brasileña de Niteroi, en el Estado de Río de Janeiro. Una nueva tragedia que eleva a al menos 161 el número de muertos a consecuencia de las lluvias torrenciales caídas entre el lunes y el martes en la zona.

Casi todas las muertes se han debido a aludes en favelas. Sus habitantes, los más pobres, viven en peligro constante por los altos índices de inseguridad y porque la naturaleza se vuelve letal cuando llueve intensamente sobre las laderas atestadas de viviendas precarias. El gobernador carioca, Sergio Cabral, y el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, pidieron al Gobierno federal una ayuda urgente de 280 millones de dólares para acometer obras que permitan fijar las laderas de los cerros, pero las trágicas consecuencias del temporal deberían reforzar la determinación de las autoridades para evacuar a las decenas de miles de personas que habitan zonas de riesgo en favelas.

«Nuestro objetivo ahora es salvar vidas, inevitablemente vamos a demoler las casas de las zonas de riesgo», aseguró el alcalde de Niteroi, Jorge Silveira, antes de la tragedia. Pero las promesas de reinstalación del pasado han sido constantemente ignoradas, lo que ha alimentado el fatalismo de la gente.

Paes, que instó a los habitantes de las laderas de los cerros a abandonar sus viviendas, indicó que a medio plazo hasta 2.000 familias de dos favelas podrían ser trasladadas a otras zonas, aunque no precisó dónde serán reubicadas, en una ciudad con un grave problema de espacio.

También funcionarios municipales dijeron que se acelerarán las evacuaciones forzosas de las zonas de riesgo.

Doscientos es el número de desaparecidos bajo los escombros por la avalancha que destruyó, según los vecinos, medio centenar de viviendas en el Morro do Bumba, del barrio de Cubango (Niteroi). Sin embargo, un portavoz de la Alcaldía de Niteroi dijo a Efe no poder confirmar los datos dados por los bomberos al no existir un registro de las viviendas construidas allí y al no conocerse el número de personas que vivían o estaban en la zona arrasada por el alud.

El derrumbe abrió un enorme cráter en la cima del cerro y dejó una lengua de tierra revuelta de unos 600 metros. El barrio se construyó sobre un antiguo vertedero, lo que hace más inestable el terreno ya que la basura no absorbe el agua de la lluvia como lo hace la tierra.