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Editorial 2010/4/7

Desarme nuclear: incongruencias y doble moral

La Jornada

En víspera de la reunión entre los presidentes de Rusia, Dimitri Medvediev, y Estados Unidos, Barack Obama, a efectuarse en Praga el próximo jueves, en la que se suscribirá un nuevo acuerdo de armas nucleares que sustituya al Tratado de Reducción de Armas Estratégicas -firmado en 1991-, el gobierno estadunidense presentó ayer su Revisión de la Postura Nuclear, documento que delinea las directrices a seguir en el manejo de su arsenal atómico. En ese texto, Washington se compromete a no fabricar nuevas ojivas nucleares, así como a no emplear las existentes contra países que no posean armas atómicas y que respeten el Tratado de No Proliferación Nuclear, circunstancia que excluye, a decir del gobierno del vecino país, a Irán y Corea del Norte. (...)

Además, llama la atención que el documento que se comenta plantee una clara advertencia a los regímenes de Irán y Corea del Norte -pese a que no hay pruebas concluyentes de que el primero emplee uranio enriquecido en el desarrollo de armas de destrucción masiva- y no haga lo propio con gobiernos que han construido arsenales atómicos con la aceptación implícita de Estados Unidos y de Europa occidental: India, Israel y Pakistán. (...)

Por lo demás, cabe insistir que los programas de desarrollo de armas nucleares de Pyongyang, así como los que Washington imputa sistemáticamente a Teherán, tienen como correlatos ineludibles el proceder hostil del propio Estados Unidos contra naciones consideradas enemigas, y la aplicación, del anterior gobierno de ese país, de la doctrina de la guerra preventiva en Afganistán e Irak. Paradójicamente, hoy es claro que la invasión estadunidense a territorio iraquí no se debió a la posesión de armas de destrucción masiva por parte del régimen encabezado por Saddam Hussein, sino a la carencia de éstas; tal circunstancia hace lógico suponer que las autoridades iraníes y norcoreanas hayan por lo menos considerado dotarse de arsenales nucleares y evitar -o al menos dificultar-, en esa medida, una eventual agresión bélica estadunidense.

Con estas consideraciones en mente, el compromiso manifestado ayer por Estados Unidos -que en principio constituye un avance inequívoco y saludable- tendría que ir acompañado del fin de la incongruencia, el faccionalismo y el doble rasero con que la superpotencia suele conducirse en lo que se refiere al desarme nuclear.

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