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Gloria LATASA | gloriameteo@hotmail.com

Nubes de fuego

Camino por Zuberoa en un día anticiclónico y con un cielo azul extraordinario. A lo largo de la mañana pequeñas corrientes de aire van llenando el paisaje de nubes tipo cúmulo. Como bolas de algodón permanecen suspendidas en el aire certificando que va a continuar el buen tiempo.

De pronto, sobre las montañas del fondo, veo unos cúmulos de mayor tamaño, más elevados, con un cierto tono amarillento... ¿Qué puede estar alterando tan rápidamente el aspecto de un cielo que prometía muy poco movimiento?

Un pequeño giro en el camino, un cambio de perspectiva y descubro que las nuevas nubes están relacionadas con una cadena de incendios. ¿Intencionados? Sí, me dicen. Se trata de un uso ancestral y controvertido del fuego que se realiza por estas tierras al menos desde el neolítico. Su objetivo es revitalizar los pastos castigados por la nieve durante el invierno.

Entonces son pirocúmulos, pienso. Formaciones nubosas especiales que surgen de la unión del calor que produce el fuego (generador de corrientes ascendentes de aire) y del vapor de agua liberado por el aire y la vegetación.

Su base, escondida tras el humo, es difícil de distinguir. Sin embargo, su parte superior se reconoce muy bien. Sobrevuelan la zona en llamas y, si avanzan, lo hacen hacia el lado de sotavento. Pueden ser más o menos blanquecinas, o tener otras tonalidades según los materiales que contengan o el momento del día en que se produzca el incendio.

Su grado de desarrollo también puede ser muy variable. En las regiones subtropicales pueden llegar a alcanzar dimensiones de cumulonimbo y apagar el fuego con sus precipitaciones e incluso, con sus rayos, volver a revivirlo.