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Gorka ANDRAKA | Periodista

La escuela del mundo al revés

La escuela de mi barrio, su ejemplo, puede cambiar el mundo. No hay en todo Bilbao un colegio público tan rico como el de Miribilla. En sus aulas, entre sus cuatrocientos alumnos, conviven gentes de veinticuatro países. Vascos (58%), africanos (21,5%), sudamericanos (14,4%) o asiáticos (2%). Riqueza internacional y autóctona: cerca de la mitad de sus estudiantes vascos (38,5%) pertenecen a la etnia gitana.

La escuela de mi barrio incomoda. Payos y gitanos, locales e inmigrantes, blancos y negros... juntos y revueltos. No puede, ni debe, funcionar. El escaso apoyo institucional y el rechazo de gran parte de la sociedad convertirán Miribilla en un ghetto. Los índices de éxito escolar de sus alumnos se sitúan ya hoy entre un 10 y un 30% por debajo de los del resto de centros públicos vizcaínos. La marginación y la miseria se pagan caras.

La escuela de mi barrio asusta. Un amigo, vasco y rostro pálido, acudió hace unas semanas al despacho de la directora porque su hija de dos años no había logrado plaza para el próximo curso en los tres colegios solicitados. «De perdidos, a Miribilla», pensó. La directora reconoció que en Infantil «hay pocos niños por aula» y el colegio «está bien» pero en Primaria «la educación se complica». Su recomendación, contundente: «no matricules a tu cría en Miribilla, búscale otro centro, aunque sea en la red privada».

La escuela de mi barrio existe. Aunque no queramos, a nuestra espalda, aunque parezca increíble, de otro planeta. Sus niños son los más ricos aunque sean los más pobres.

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