«En la vida hay mucho humor, pero desaparece al acercarse a las fronteras»
Director de cine
Goran Paskaljevic (Belgrado, 1947) presentó ayer en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia su último largometraje, «Honeymoons», primera coproducción albano serbia que retrata la vida de los ciudadanos de los países balcánicos en un ambiente impregnado por la inmigración, la política y la corrupción. El mismo Paskaljevic recogió ayer el premio honorífico del certamen.
Ariane KAMIO | DONOSTIA
El director de esta cinta tuvo que huir de Serbia en 1993 tras criticar abiertamente al entonces primer ministro Slobodan Milosevic. Quizá sea por eso que en «Honeymoons», una historia de «amor comprometido», Paskaljevic («The Illusive Summer of `68», «Cabaret Balkan», «Bitter Harvest», «Midwinter Night's Dream», «The Optimists») se haya acercado a la vida de los ciudadanos albanos y serbios, y muestre sus deseos de prosperar inmigrando a otros países como Austria o Italia, con el fervor político y la corrupción como telón de fondo.
La película, aunque se titule «Honeymoons», de dulce tiene bastante poco.
Está claro que es irónico. El nombre viene de forma espontánea. Como en la película se asiste a dos bodas, por un lado la de la pareja albanesa y por otro la serbia, espontáneamente ésa fue la palabra que me vino a la cabeza. Además, como se trata de la primera coproducción entre Albania y Serbia, recurrí al inglés para que todo el mundo lo entendiera.
En la misma cinta trata de temas como la inmigración, la xenofobia, la corrupción, la política... ingredientes muy potentes para una sola película.
Hablo de la vida y la vida es así. Sobre todo en los Balcanes es parte de nuestras vidas cotidianas, porque después de esa estúpida guerra, la política está siempre presente, sobre todo en Serbia, que está dividida por esta cuestión.
Trata sobre todo de la inmigración, de la gente del Este que viaja hacia países europeos.
Ese es el tema central del título. Es una cuestión que también se sufre aquí, o en el Estado francés, en Alemania... Europa representa lo que América representó en el pasado, el famoso «sueño americano».
Es muy difícil emigrar y, al mismo tiempo, es un fenómeno que no se puede detener por la fuerza. Si queremos solucionar esta situación, deberíamos ayudar a esos países a que se desarrollen, porque a nadie le gusta emigrar. Yo tuve que emigrar de Serbia en 1993 y fui al Estado francés, ya que mi mujer es de allí. Tuve que abandonar mi país porque critiqué abiertamente a Slobodan Milosevic, quien estuvo en el origen de la guerra que hubo después.
En su filmografía, como en «Sueño de una noche de invierno», con el que visitó el Festival de Cine de Donostia, el drama es uno de los géneros más destacados, ¿cree que así influye más en la gente?
Sí, es cierto que he hecho muchos dramas, pero también comedias amargas. En la vida hay mucho humor, incluso en esta película hay varios ingredientes humorísticos, pero parece que a medida que te acercas a las fronteras, ese humor desaparece.
También habla sobre la corrupción política tanto en Albania como en Serbia.
La corrupción está muy presente en todos los países balcánicos. Es el mayor problema de esos países, y no se puede hacer nada, porque todo está corrupto. La corrupción existe en todos los lugares, pero allí es como un modo de vida. En todas las sociedades que pasan del comunismo al capitalismo, como en Rusia, la corrupción está omnipresente.
En la cinta se celebran dos bodas, y en ambas se ve a gente armada pegando tiros al aire, no sé si es una costumbre arraigada en los Balcanes.
Sí, es una costumbre, todo el mundo va armado, sobre todo en Serbia. Es muy balcánico lo de salir a tiros en una boda. Así es como expresan su alegría, aunque a veces acaben mal.
Es una historia que deja muchos cabos sin atar, y creo que el espectador se queda con las ganas de ir más allá. ¿Cómo imagina usted el futuro de los protagonsitas?
Los cuatro personajes principales quedan separados, pero he intentado crear un sentimiento de unidad entre ellos. En un espacio imaginario permanecen unidos. Mi objetivo ha sido crear una sensación de frustración entre el público, para que se sientan frustrados como ellos, sin tener expectativas de lo que va a suceder. Cuando la gente me pregunta si es una película política, respondo que no, que es una película de amor comprometido.