CRíTICA teatro
A medio camino
Carlos GIL
La obra se acerca a la corrupción económico-política con intención regeneracionista. Muestra un suceso, una circunstancia, pero no se adentra en la validez estructural de las connivencias casi perpetuas entre capital y partidos. La anécdota aquí contada sirve para arrancar desde una situación extrema, pero el desarrollo de todo lo que desencadena, donde vemos a unos políticos acostumbrados a nadar en charcos putrefactos junto a asesores y periodistas, desemboca en un lugar extraño, en una suerte de final feliz en el plano moral donde algunos de los protagonistas del hecho se inmolan por el bien común.
Es la sorpresa, el mensaje, muy alejado a lo que sucede en la realidad. Parece clara la intención, la postura ideológica tomada por el equipo, que debe señalarse que no huele a oportunismo, pero ha elegido una forma que deja todo su valor metafórico a medio camino de provocar al menos inquietud o queda colocado en un terreno no adecuado para que nadie se sienta aludido, en una suerte de contradicción entre el objetivismo del trato al caso y la entrega emocional que sufren los individuos atrapados.
Realismo en gris, realismo funcionarial, todo muy bien empastado, coherente en sus signos internos, equilibrado con la opción interpretativa que busca una unidad en sus intensidades, en sus movimientos, gestualidades, salvando relevancia de personajes y calidades actorales, dentro del espacio escénico limpio, científico pero significante. Un texto eficaz; una dirección ligera.