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«En el futuro habrá que luchar contra el mismo enemigo del 68»

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Alain Krivine
Histórico dirigente de Mayo del 68

Se dice de Alain Krivine (París, 1941) que es el último de los líderes de Mayo del 68, pero no es en aquella gran revuelta donde acabó su labor. Fue dirigente de la troskista Liga Comunista Revolucionaria (LCR) e impulsó la constitución del alternativo Nuevo Partido Anticapitalista (NPA).

Ruben PASCUAL

El político francés Alain Krivine, inmerso en una gira para homenajear al filósofo marxista Daniel Bensaïd, «una persona que nunca lo hubiera aceptado», recaló en Bilbo, invitado por la revista «Viento Sur», y antes de ofrecer su conferencia valoró para GARA los frutos que dejó aquel Mayo del 68 y el estado de salud de la izquierda.

¿Qué queda de Mayo del 68?

En los países capitalistas avanzados, aunque no sean revoluciones, sigue habiendo revueltas de masas con unas caracte- rísticas anticapitalistas muy marcadas.

La primera enseñanza de Mayo del 68 fue una huelga general con millones de obreros ocupando las fábricas con banderas rojas. Fue algo que nadie había previsto y, por eso, es una de las ideas optimistas que nos dejó.

La segunda conclusión, menos optimista y más realista, es que aunque haya una huelga general, hay que tener objetivos y fuerzas organizadas capaces de ponerlos en marcha; en el 68 eso no existía. Ningún partido de izquierda quería tomar el poder en base a una huelga; tampoco en los sindicatos ni en la clase obrera o estudiantil se dieron formas de organización capaces de llegar al poder.

En conclusión, en un futuro habrá que luchar contra el mismo enemigo de Mayo del 68. Lo que entonces se consiguió por la puerta salió por la ventana, porque no hemos conseguido cuestionar el capitalismo. En aquel momento no estaba en crisis, ahora sí, y eso nos ayuda.

Hay que preparar un Mayo del 68, pero que alcance sus objetivos. Para eso, hay que insistir más en los aspectos negativos -en lo que faltó en aquel momento- que en los positivos.

¿Qué diagnóstico hace de la izquierda europea? ¿Cómo es posible que no logre repuntar en plena crisis, o cuando menos en sus estertores, de la por ahora última crisis global?

La izquierda reformista está en crisis en toda Europa, aunque pueda conseguir victorias electorales puntuales y superficiales. El gran problema de esa izquierda reformista es que no puede hacer reformas en tiempos de crisis. Es decir, la patronal no le deja más que unas migajas, con las que no se pueden hacer reformas.

De ahí se deriva una liberalización de la socialdemocracia porque, o bien los socialdemócratas se adaptan totalmente a la derecha -por ejemplo, en Grecia-, o desaparecen. Algunos dicen que se convierten en anticapitalistas, pero yo no les creo.

Ha venido a Bilbo para participar en el homenaje al filósofo marxista Daniel Bensaïd. ¿Qué aportó a ese debate en el seno de la izquierda mundial?

Primero, fue uno de los pocos intelectuales que aún seguía reclamándose marxista. Actualizó el marxismo de una manera no dogmática; lo empleó como un método de pensamiento y no como únicamente una receta de cocina, cerrada. Extrajo conclusiones revolucionarias optimistas pero, al mismo tiempo, razonables. Él lo llamaba la necesi- dad de los revolucionarios de tener una «lenta impaciencia».

Usted fue eurodiputado por la formación francesa LCR. ¿Qué opina del proceso de construcción europea?

En tanto que soy europeo e internacionalista, soy totalmente contrario a la Europa que se está construyendo ahora a partir de la Constitución y del Parlamento actual.

Durante los cinco años que fui eurodiputado y estuve en el vientre de la bestia, vi que todas las directivas -ya sea en el ámbito económico, social o represivo- no tienen más que un objetivo: salvar el sistema capitalis- ta europeo. No hay más que ver cómo, mediante esas directivas, se ha privatizado gran parte de los sectores públicos.

Usted fue uno de los impulsores de la formación NPA. Parece que, de momento, no ha satisfecho las expectativas creadas...

Hay que tener en cuenta que cuando se constituyó el NPA, hace poco más de un año, había menos de 3.000 afiliados a la LCR y era un período de movilización, con millones de jóvenes y trabajadores en las calles. Sobre esa base se construyó el NPA y, rápidamente, alcanzamos los 9.000 afiliados.

¿Qué influyó en ese auge y por qué cambió?

Teníamos dos grandes bazas. Por un lado, la movilización social y, por otro, un portavoz extraordinario: Olivier Besancenot. Pero hoy la situación ha cambiado totalmente: la mayor parte de las huelgas fracasaron -en un contexto muy parecido al de España, Italia y Grecia-, con una verdadera guerra social que están llevando a cabo la patronal y la derecha, y una incapacidad por parte de la izquierda para dar una respuesta general y radical.

Es verdad que, en esta tesitura, hemos perdido a gente, no tanto por desacuerdo político sino porque hace falta estar muy politizado para continuar militando y, sobre todo, porque no resultamos creíbles en el terreno electoral.

En las últimas elecciones cosechamos un resultado de 2,5% a nivel nacional, aunque eran bastante más altos en algunas zonas. Dos tercios de jóvenes y trabajadores se abstuvieron, y los que votaron, apostaron por partidos que tienen una mayor implantación institucional, es decir, el PS o los Verdes. El Partido Comunista y sus aliados han conseguido un 6%, su marca habitual, pero es una formación que cuenta con 7.000 cargos electos. Nosotros tenemos 80. Es decir, la popularidad del NPA es muy grande, pero no se refleja en las urnas.

¿Cómo piensan revertirlo?

No depende totalmente de nosotros y creemos que es clave que haya movilizaciones sociales. Un avance electoral depende del clima social.

También es verdad que ha habido algunos errores políticos, como el de la candidata que portaba el velo, que han retraído un cierto número de votos, entorno a un 1 ó 2%, pero es algo secundario. Por ejemplo, cada vez que entrevistaban a Besancenot en la televisión, solo se hablaba del velo dejando de lado los verdaderos problemas.

 

EUROPA

«Durante los cinco años que fui eurodiputado vi que todas las directivas no tienen más que un objetivo: salvar el sistema capitalista europeo»

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