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Tulsa y McEnroe entusiasmaron con su pop melancólico

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Pablo CABEZA

El viernes fue una noche tranquila en el escenario y agitada a los pies de éste, al menos en Kafe Antzokia de Bilbo, donde presentaban sus respectivos discos McEnroe y Tulsa, dos formaciones con origen en Getxo y con componentes en Madrid, en parte por razones de trabajo y, de otra, por probar qué puede pasar desde el centro mismo de la península.

El primero en salir a escena fue McEnroe, quien defendía la continuación de «Mundo marino», su primer disco, con «Tú nunca morirás». En Kafe Antzokia todos éramos mortales, pero los recuerdos, el sentimiento generado entre el folk, el pop y el rock de la banda, es posible que nunca muera.

Llenar Kafe Antzokia no es sencillo, tanto ellos como Tulsa, debieran de ser mucho más populares y tener el camino más despejado; sin embargo, este indecente transcurrir de la cultura y de quienes la gestionan, condenan a este tipo de bandas al ostracismo, aunque el viernes fuera un día de gloria.

McEnroe fueron jaleados, aplaudidos con énfasis y todo sin necesidad de recurrir al rock and roll, las distorsiones pesadas o al exceso de vatios. Buenos textos y composiciones, dos voces personales, acústicas y eléctricas, entre un clima de recogimiento aceptado por la mitad de la sala y tomado más a la ligera por la parte trasera, donde habitualmente los aficionados se dedican a dar la chapa con sus conversaciones disonantes, entusiasmaron con vehemencia. Preguntado Ricardo, hace unos días sobre la idea de que su música inducía a la escucha en butaca, el vocalista y guitarra nos respondía: «La verdad es que a nosotros tampoco nos importaría. Hemos tenido este año la oportunidad de tocar en teatros con la gente sentada y en silencio y la verdad es que la atmósfera que se crea es muy especial. Es bonito sentir que el público está escuchando con atención, y que te hace sentir más dentro y disfrutar más. En directo somos más crudos y a veces es porque no queda más remedio». Con todo, consiguieron remoldear a la mayoría de asistentes, pues al final, su apuesta y sus canciones resultan invencibles.

Tulsa

El proyecto de la donostiarra Miren Iza, crecida entre Irun, Hondarribia y Getxo, en especial, y ahora en Madrid, se llama Tulsa. Apareció en escena con un evanescente vestido rojo tan vaporoso como sus canciones, tan frágil y estilizado como sus letras, sonidos y carácter. Miren posee una voz muy singular, un timbre no habitual y una excelente afinación, incluso cuando parece que no va a ser posible.

Tulsa son grandes, Miren es un ser de luz, una vaquera entre la soledad del desierto y los demonios de Nick Cave o Cat Power. Una poeta con lápiz, un músico que crea y actúa sin los principios de la gravedad. Saben aquello de no pestañear, pues así fue para los más de 400 escuchas que se habían dado cita con la noche de la quietud y lo absorto.

«Algo ha cambiado para siempre», «Araña», dedicada a Anari en el concierto, y parte de la canción en el disco, y «Matxitxako» fueron techos en la noche, pero la verdad es que todo el repertorio resultó subyugante, sublime, incluida la aterradora versión de «En tus brazos», original de Nick Cave.

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