Bodas sin fuegos de artificio
Mikel CHAMIZO
Llegó a Bilbo la producción de «Las Bodas de Fígaro» que ya se pudo ver hace casi un año en Madrid. Se había anunciado como una visión «hiperrealista» de la obra maestra de Mozart, proyectada por el director escénico Emilio Sagi, y a su manera lo fue: una puesta en escena de época, sin estridencias que nos sacasen del desarrollo de la trama, bella, elegante a la par que sencilla, y con un trabajo de actores excepcional para tratarse de una ópera. Toda la experiencia escénica de Emilio Sagi, que es mucha, sus formas y sus gustos, la pudimos encontrar destilada en este acercamiento a «Las Bodas de Fígaro» que fue mucho más exitosa como teatro que como música. También es cierto que dejó en evidencia las virtudes y limitaciones de los actores-cantantes: la actuación de la joven Ainhoa Garmendia, que hacía de Susanna, fue un derroche de energía y esfuerzo por construir un personaje vivo, pasional y lleno de credibilidad. Otras, como la del Fígaro de Lorenzo Regazzo, fueron un poco más torpes, pero, en general, el aspecto actoral gozó de un rendimiento muy por encima de lo que suele ser habitual en un mundo en el que, por necesidad, sigue primando la música.
Fue una pena que en lo musical la cosa no estuviera a la altura de lo escénico. Y una pena, porque los mimbres era más que buenos. Al Ayre Español es un conjunto de instrumentos de época excepcional, capaz de transmitir verdadera autoridad cuando tiene veladas inspiradas, como ocurrió con «La flauta mágica» de hace un par de temporadas en la propia ABAO. Pero esta vez las cosas no salieron tan fluidas y hubo un gran salto entre foso y cantantes. Casi por sistema la orquesta, aunque pequeña, primaba en exceso sobre el canto, hubo infinidad de irregularidades en el acompañamiento: pasajes abordados a tempos por encima de las posibilidades de los cantantes, accelerandos y rallentandos bastante mal ejecutados, y en general una cierta indefinición rítmica que, por ejemplo en el gran concertante del cuarto acto, casi llevó la cosa al borde del caos. No fue un desastre ni mucho menos, pero sabedores de la talla artística de un director como Eduardo López-Banzo, uno esperaba un poco más.
Entre los cantantes, la tónica fue de la corrección para arriba. Ainhoa Garmendia, que ya tiene sus tablas con este papel, firmó una Susanna espléndida. Ludovic Tezier fue también un Conde de gran altura, dentro de la mejor tradición en este personaje. María Bayo no tuvo uno de sus mejores días el sábado, pero aún así su Condesa se pudo disfrutar muchísimo. El más flojito, más por carácter e interpretación que por sus cualidades vocales, fue el Fígaro de Lorenzo Regazzo. Dicho todo esto desde la convicción de que estas Bodas de Fígaro rallaron en todo momento a un buen nivel artístico, siendo además un buen exponente de por dónde van algunas tendencias de la ópera en los últimos tiempos. Hubo irregularidades, sí, pero seguro que en la funciones que quedan por delante todo termina por encontrar su lugar y sacar brillo a una de las obras más carismáticas del repertorio.
Dirección y guión: Emilio Ruiz Barrachina.
Fotografía: Enrique Laguna.
Música: Daniel Casares.
Intérpretes: Joel West, Marisa Berenson, Ruth Gabriel, Juanjo Puigcorbé.
País: Estado español, 2010.
Duración: 101 m.
Obra: `Las Bodas de Fígaro', de Wolfgang Amadeus Mozart.
Dirección escénica: Emilio Sagi.
Intérpretes: María Bayo (Condesa), Ludovic Tezier (Conde), Lorenzo Regazzo (Figaro), Ainhoa Garmendia (Susanna), Maite Beaumont (Cherubino). Al Ayre Español, dirigido por Eduardo López Banzo
Lugar y fecha: Palacio Euskalduna, 24/04/2010.