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Iñaki Lekuona periodista

Dios reconocerá a los suyos

 

Todos los años desde hace quince, en Montaillou, un pequeño pueblo del Pirineo Occitano, se celebran unas jornadas de culturas pirenaicas en un intento por reconocerles su valor más allá de los folklorismos pintorescos a los que la República francesa las reduce desde hace más de dos siglos.

Este año se recordará el trágico destino de los cátaros occitanos, esos cristianos heterodoxos que fueron perseguidos por la ortodoxia católica, apostólica y romana, por una Iglesia intransigente que al grito de Dios reconocerá a los suyos aniquiló hombres, mujeres y niños que en ocasiones ni siquiera profesaban la doctrina albigense. La represión nunca ha hecho distinciones. Es más, la represión, para ser más efectiva, necesita no hacer distingos.

La letra de esta ley no escrita entró con sangre en los años setenta y ochenta, en las que centenares de personas fueron heridas, malheridas e incluso muertas en una represión que las actuales administraciones han olvidado voluntariamente. Treinta años después de la creación del Parlamento triprovincial el recuerdo sigue siendo selectivo. Hay víctimas de primera y de segunda e incluso de tercera cuyos nombres se pudren en un cajón parlamentario donde se encerraron bajo llave hace unos meses.

En los setenta y ochenta la represión no hizo distingos; tampoco los hace ahora. Sin embargo, treinta años después, esta democracia pintoresca sí. Hay quien tiene derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación y hay quien no tiene más derecho que al de la mentira, la injusticia y el agravio. Porque a este dios democracia le basta con reconocer sólo a los suyos. Y ni eso. Y así nos va a todos.

 
 
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