El «voto táctico» será la clave para el resultado electoral del laboralismo
Ésta podría ser la primera y última elección general para el líder laborista Gordon Brown, que se juega su futuro político entre la ventaja conservadora y la posibilidad de ser superado en número de votos por los liberal-demócratas, liderados por Nick Clegg.
Soledad GALIANA
Los laboristas ya sabían que esta elección no sería fácil, porque después de los primeros éxitos electorales del carismático Tony Blair, la desilusión de los votantes con las políticas de la Tercera Vía-el giro a la derecha de la socialdemocracia al estilo británico-, la arrogancia de un ejecutivo que forzó la participación en una guerra a pesar de la oposición de la población y la crisis de los servicios públicos se han traducido en varapalos eletorales para el partido.
También lo sabía Gordon Brown cuando, después de un década esperando su oportunidad para hacerse con el liderazgo del partido y del ejecutivo, le llegó finalmente el momento de tomar las riendas. El laborismo es un caballo desbocado que galopa hacia un precipicio, y la crisis económica en la que se ha sumido la economía mundial no ha hecho nada más que empeorar la situación.
A los factores externos hay que añadir los internos: las continuas revueltas contra Brown dentro del laborismo no han servido para aumentar la confianza del electorado en el partido o en su líder. Además, el primer ministro saliente carece del carisma de Blair, lo que hace más difícil para el austero líder laborista el conciliar y convencer tanto dentro como fuera de casa.
A ello se suma la aparición estelar del líder liberal-demócrata Nick Clegg. Porque Brown estaba preparado para una batalla contra el conservador David Cameron, pero Clegg, que deslumbró en el primer debate televisivo hace dos semanas, amenaza ahora su carrera política.
Brown sabe que en esta elección se juega mucho. Los laboristas podrían aceptar una derrota, pero un tercer puesto detrás de los Liberal Demócratas es un golpe moral dificil de digerir. De hecho Clegg ha revisado la postura de su partido en el caso de que se le requiriera participar en una coalición de gobierno -algo a lo que tanto conservadores como laboristas están dispuestos- al asegurar que considera posible una coalición de los laboristas, pero que un tercer puesto de este partido en las elecciones haría inviable la elección de Brown como primer ministro. Y así, al líder laborista y aún inquilino del número diez de Downing Street ya le están escribiendo esquelas.
Por un puñado de votos
Por otra parte, no todo está perdido para Brown, porque los porcentajes de voto no tienen porque traducirse en escaños, y lo importante no es tanto el número de votos que se consigan, sino el lugar en el que estos se obtengan. Es por ello que los laboristas están centrando su campaña no sólo en retener aquellos escaños que tradicionalmente les pertenecen en áreas de mayoría laborista, sino en conservar aquellos en distritos en los que un puñado de votos puede marcar la diferencia entre ganadores y vencidos.
Precisamente, el ministro de exteriores, David Miliband ha advertido contra el voto táctico, apuntando que un apoyo a los Liberales en el centenar de distritos donde los laboristas poseen escaños por una pequeña mayoría frente a los conservadores podría ser decisivo en la victoria del partido de David Cameron. Miliband recordó que el voto por los laboristas es «el único camino por el que las políticas progresistas seguirán gobernando el país».
En tiempos de dificultad, Brown está intentando alegrar su imagen -posiblemente le resulta un tanto desolador el hecho de que su mujer Sarah, es la más popular de la pareja- pero parece que ni los típicos posados para las cámaras en guarderías o la sorpresa de un imitador de Elvis han funcionado con el electorado hasta el momento. Brown puede ser el primer ministro saliente, pero su campaña no está consiguiendo la atención que se esperaba, y para algunos laboristas esta es la peor campaña del partido en los últimos trece años.
«Basta ya de Irak»
De ahí que tal y como preveían los liberales, Clegg se haya convertido en el blanco de los ataques laboristas y conservadores. En el caso laborista, es Miliband, el que ha tomado la iniciativa a la hora de defenestrar la campaña liberal, a la que califica de «anti-política», basada en las críticas al sistema y a un ejecutivo laborista mermado por el escándalo de los gastos parlamentarios, el tráfico de influencias, la guerra de Irak... Precisamente, esta última cuestión sólo recibió una mención en el debate del pasado jueves a pesar de que sigue siendo la clave del enfado de la ciudadanía británica contra el partido laborista. Miliband considera que los laboristas ya han sufrido su castigo sobre este tema, pero que «ha llegado el momento de dejarlo atrás».
«Hay personas que han abandonado el gobierno por el tema de Irak. Pero ¿cuál es la razón para castigarse a uno mismo o castigar al país sobre este tema cuando la alternativa de gobierno, los conservadores, también apoyaron la guerra?», apuntaba el ministro de exteriores.
Para Brown, la guerra de Irak, al igual que el resto de los escándalos políticos o la crisis financiera, no dejan de ser problemas heredados. Precisamente el programa del partido laborista, que Brown presentó el pasado 13 de abril, se basa en políticas reformistas que quieren cambiar tanto al estado como a los mercados.
Brown se refirió a su partido con el término New Labour, pero en este caso es un reformado nuevo laborismo, y no el propulsado por Blair: un laborismo que apunta a una renovación «realista y radical», como la que propone la reforma de los servicios públicos y que incluye la nacionalización de instituciones privadas que no ofrecen los servicios esperados al público.
Entre las promesas de servicios públicos se encuentran un recorte en las listas de espera y los plazos para el acceso a medicina especializada en un periodo de 18 semanas, y tan sólo de dos para enfermos diagnosticados con cáncer.
El programa laborista también incluye propuestas de cambio constitucional, incluyendo un referéndum sobre el sistema electoral y la elección de la Cámara de los Lores, acabando con la nominaciones para la cámara alta del parlamento británico.
Los laboristas prometen un incremento del salario mínimo a ocho euros por hora para el año 2015, el incremento de plazas en las guarderias y actividades extraescolares durante el horario laboral y una decisión sobre comedores escolares gratuítos para el 2012, así como tutorias individualizadas para alumnos en el año anterior al examen de acceso universitario. El permiso de paternidad se extendería de dos semanas a un mes, pero la promesa de la extensión del permiso de maternidad -en estos momentos de un año- ha sido abandonada por los laboristas.
En el área de seguridad, Brown prevee una reforma policial si vuelven a hacerse con el ejecutivo. El nuevo servicio policial requerirá que los oficiales dediquen un 80% de su tiempo a patrullar las calles -frente al 36% actual- y a asegurarse que las sentencias por conducta antisocial se cumplen.
El punto fuerte de Brown es la economía. A pesar de que los índices de crecimiento para el primer cuarto del año no son muy halagüeños -sólo un 0.2%, la mitad del crecimiento del invierno pasado- el todavía primer ministro defiende la actuación de su gobierno frente a los ataques conservadores asegurando que luchará «como si mi vida dependiera de ello» para evitar que los conservadores implementen su proyecto económico, que Brown afirma llevará a la economía de vuelta a la recesión.
Con la posibilidad de un «empate» entre conservadores y laboristas tras las elecciones del 6 de mayo, el resto de los partidos ya están preparando su lista de condiciones para que tanto el conservador Cameron como el laborista Brown sepan a qué atenerse si buscan sus apoyos. Y para los nacionalistas galeses de Plaid Cymru las prioridades son claras: protección para los más vulnerables.
La diputada nacionalista en el parlamento de Cardiff y jefa de campaña de Plaid, Helen Mary Jones, apunta a que tanto su partido como el Partido Nacionalista Escocés buscarán una «fórmula de financiación justa» para Gales y Escocia.
Por su parte, el aún secretario de estado para Gales, Peter Hain, afirmó que los laboristas están preparados para trabajar con los partidos nacionalistas, pero que para que ello fuera posible sería absolutamente necesario evitar una victoria conservadora. Hain admitió que su partido está pasando por malos momentos después de 13 años en el poder.
Actualmente, el gobierno autónomo de Gales es fruto de una coalición entre nacionalistas y laboristas, y según Jones afirmó en una entrevista con la cadena pública británica BBC, los principales puntos de desacuerdo son los gastos en armamento nuclear, la privatización bancaria y dos guerras «injustas». Sin embargo, para Hain, la cercanía de posturas entre nacionalistas y laboristas es evidente ya que «los recortes presupuestarios que los conservadores quieren introducir y su oposición a participar en una reforma electoral serían desastrosas para Gales».
Hain quiso destacar que laboristas y nacionalistas están realizando un buen trabajo en Gales, pero que la clave de esta elección se encuentra en la batalla entre laboristas y conservadores, y por ello pidió a los galeses que voten tácticamente. A los nacionalistas galeses no les preocupa la posibilidad de un gobierno de coalición en Londres que necesite de los votos nacionalistas, porque diputados escoceses y galeses trabajarían juntos para el beneficio de sus naciones.
Los conservadores quieren hacer mella en el voto laborista con una visión crítica del desempleo -un 25% de la tasa de desempleo en Gran Bretaña proviene de Gales, a pesar de que la población es tan sólo un 5% de la total en el estado británico-. Por ello, los conservadores también piden una estrategia de voto al electorado, argumentando que el voto a los Liberal Demócratas es un voto al laborismo y el voto al nacionalismo es un voto al independentismo, algo que los galeses «no quieren», de acuerdo con la visión del conservador Andrew RT Davies.
Los conservadores conocen la preferencia liberal de los votantes galeses, y por ello han enviado a uno de los pesos pesados del partido, el que fuera líder de los tories William Hague, a hacer campaña en Gales, y particularmente en los distritos de Ceredigion, Montgomeryshire y Brecon y Radnorshire, todos dominados por los liberales desde el 2005. S.G.
El tercer y último debate televisado de hoy entre los líderes de los tres grandes partidos estará consagrado a la economía y se anuncia como la última oportunidad para Gordon Brown, en la cola en los sondeos a una semana de las elecciones.
Según los resultados de un sondeo hecho público ayer por «The Times», los laboristas siguen relegados a una humillante tercera plaza con un 27% de intención de voto frente a un 28% para los liberal-demócratas. Más preocupante aún, los conservadores recuperan el terreno perdido y repiten las expectativas anteriores al inicio de estos debates (un 36% de votos) mientras el laborismo sigue sin poder despuntar.
Ello confirma que estamos ante la última oportunidad para los laboristas, más cuando el económico es prácticamente el único dominio en el que Brown recibe buenos datos en las encuestas.
El primer ministro saliente, antiguo ministro de Finanzas, intentará presentarse como el único que pueda reducir la deuda pública, que supera el 71% del PIB sin poner en peligro el frágil crecimiento (0,2%).
Brown volverá a acatar el programa de austeridad de los tories, que en sus palabras «quieren sacar el dinero de la economía ahora que empezamos a dejar atrás la crisis».
Cameron insistirá en el «despilfarro» del dinero público mientras Clegg defenderá su proyecto de exonerar de impuestos a las rentas inferiores a las 10.000 libras por año.
El debate, que será difundido por la BBC, se presenta como el más importante. Y es que la economía es el principal problema para la mayoría del electorado británico. GARA