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De cómo Tony Stark/Iron Man defiende sus secretos

«Iron Man 2»

De todas las franquicias de superhéroes, «Iron Man» es la más genuinamente entretenida, por lo que se comprende la expectación despertada por la segunda entrega. Si Jeff Bridges puso el listón muy alto como gran villano, esta vez es Mickey Rourke quien se enfrenta al estelar Robert Downey Jr. a ritmo de AC/DC. El elemento sexy lo pone Scarlett Johansson.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Para no perderme en debates imposibles sobre la naturaleza de los superhéroes, aún reconociendo que bien podrían constituir la mitología de la sociedad moderna, diré que considero que quienes se toman en serio a estás figuras surgidas del cómic norteamericano están locos y deberían hacérselo mirar. Y, con esto, me decanto abiertamente en contra de la línea liderada por el británico Christopher Nolan, quien con su oscuro Batman pretende hacer un profundo estudio sicológico de la doble personalidad del superhéroe, así como de sus aspectos más siniestros derivados de la constante lucha entre el Bien y el Mal, escrito así, con mayúsculas.

No dudo en que la fórmula haya funcionado, reuniendo a los seguidores del cine de autor y a los que sólo buscan espectáculo en la gran pantalla, pero no deja de ser el resultado de la pretenciosidad que mueve a este tipo de adaptaciones cinematográficas, que se creen por encima del material de base sacado de las historietas gráficas. Lo «pulp», cuando se vuelve intelectual, deja de ser «pulp», por mucho que hagan exposiciones con ello y lo lleven a los museos de arte.

Al ver la primera entrega de «Iron Man» me sentí aliviado, porque pude comprobar que las aguas volvían a su cauce, con un superhéroe dinámico, divertido, y, sobre todo, entretenido. Todo ello gracias al estado de forma interpretativo que atraviesa Robert Downey Jr., quien sabe transferir al doble personaje de Tony Stark/Iron Man su afilada ironía personal, máxime teniendo que encarnar a alguien que se supone que ha de ser ejemplar, para lo que debe superar su adicción al alcohol.

Parte del mérito hay que otorgárselo en segundo lugar a la equilibrada realización de Jon Favreau, ya que las dos horas de duración de la película eran tan disfrutables que se hacían cortas. Por extraño que parezca, siempre había pensado que detrás de una comedia tan loca y surrealista como «Elf» había un cineasta con grandes dosis de humor e imaginación.

Jubilación dorada de Stan Lee

No traigo a colación al maestro del cómic para justificar mi punto de vista sobre las adaptaciones de superhéroes, pero siempre viene bien saber lo que piensa de todo esto el gurú de Marvel. Stan Lee goza hoy en día de una situación envidiable, como premio a sus muchos años de dedicación creativa, ya que por fin los tribunales de justicia han resuelto a su favor en el contencioso que mantenía sobre los derechos de propiedad de los personajes de Marvel; así que ya puede ver con tranquilidad como son llevados al cine, recibiendo a cambio una justa compensación económica.

No siempre fue así, porque Stan Lee no tuvo el control sobre unas versiones para el cine que no respetaban la obra original, pero afortunadamente ha habido un cambio para bien y cada vez los estudios afinan más para hacer rentables y duraderas las franquicias de cada uno de los superhéroes.

La manera en que Stan Lee suele mostrar su aprobación a las películas es haciendo un cameo o pequeña aparición. En «Iron Man» hizo de invitado especial muy gustosamente, pero su satisfacción fue mayor al ver el montaje final. De hecho, es la película de la que se siente más orgulloso y convencido.

La mala conciencia

No hace falta saber mucho de sicología para entender que la persona que se oculta detrás del superhéroe utiliza los poderes de su alter ego para intentar paliar o compensar sus defectos humanos. La primera parte de «Iron Man» tenía un contenido antibelicista de fondo, porque el millonario Tony Stark había contribuido a la invasiva política exterior norteamericana dentro de la carrera armamentística. Una vez capturado en territorio enemigo, diseñaba una armadura con lo que tenía a mano para huir, pero de vuelta a casa perfeccionaba su invención con otros fines bien distintos, llevado por su mala conciencia. Así era como pasaba del pesado hierro de la armadura rudimentaria al ligero titanio de la era Gehry, tal vez como manera de aligerar esa carga interior. Pero el pasado siempre le persigue, reapareciendo de la mano de villanos que claman venganza en nombre de las víctimas de esas guerras provocadas fuera de los EE.UU.

En «Iron Man 2» el ajuste de cuentas con el pasado está representado por el ruso Ivan Vanko, cuyo alter ego es el villano Whiplash (Latigazo). El renacido Mickey Rourke, nominado al Óscar por su gran actuación en «El luchador», hace una creación muy suya del malvado en cuestión, como un ser resentido que quiere usar sus látigos a modo de golpes de la memoria fustigadora de Tony Stark. Sus apariciones van acompañadas de una selección de los temas más infernales del grupo de rock australiano AC/DC, entre los que no faltan «The Razors Edge», «War Machine», «Shoot to Thrill», «Back in Black», «T.N.T.», «Thunderstruck», «If You Want Blood (You've Got It)» o «Highway to Hell».

En esta segunda parte se pasa del conflicto bélico y la mala política exterior a las tramas conspirativas y el espionaje industrial. Un tema que ya estaba anunciado en la anterior entrega, con Jeff Bridges en el papel de socio que traiciona a Tony Stark para hacerse con sus empresas de armamento. Esta vez es el actor de cine independiente Sam Rockwell quien personifica al empresario rival Justin Hammer, dispuesto a hacerse con los diseños e innovaciones tecnológicas salidas de la mente de Tony Stark. He ahí la razón por la que en esta aventura al superhéroe le mueven impulsos paranoicos, al estar obsesionado con que sus armas secretas no salgan a la luz. Un tipo de temor bien fundado, puesto que el ejército norteamericano fomenta una campaña pública para presionarle a colaborar, a pesar de las malas experiencias habidas en sus anteriores trabajos para el gobierno.

Afortunadamente, el superhéroe no está solo y cuenta con sus habituales aliados. Lo sorprendente es que su amigo James Rhodes/War Machine ha cambiado de rostro. Al parecer, el cambio de actor se debe a las desorbitadas exigencias económicas de Terrence Howard, que ha sido sustituido por el también afroamericano Don Cheadle. La que sigue en su puesto es la fiel secretaria Pepper Potts, de nuevo interpretada por Gwyneth Paltrow. Los problemas de la chica en la sombra siguen siendo los mismos, porque continúa enamorada de su jefe, quien sólo la ve como una amiga dentro de una relación puramente platónica. Éste siempre tiene ojos para mujeres de formas y actitudes más sensuales, y en «Iron Man 2» irá a fijarse en su atractiva enemiga Natasha Romanoff/Black Widow, a la que presta su cuerpo enfundado en ajustado cuero negro Scarlett Johansson. Conviene tomárselo a broma, porque el guión de la película es de Justin Theroux, autor de la genial comedia gamberra «Tropic Thunder».

Estreno

Dirección: Jon Favreau.

Guión: Justin Theroux, sobre el cómic de Stan Lee.

Producción: Kevin Feige.

Intérpretes: Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Gwyneth Paltrow, Mickey Rourke, Sam Rockwell, Don Cheadle, Samuel L. Jackson.

Fotografía: Matthew Libatique.

Música: John Debney.

País: EE.UU., 2010.

Duración: 124 minutos.

Jon Favreau es un actor que se consolida como director

Jon Favreau lo hace todo en el cine, porque además de actuar y dirigir también es guionista y productor. Irrumpió como actor y guionista hace catorce años, con la película de culto de Doug Liman «Swingers». Luego, formaría parte del reparto de «Very Bad Things», aquel título de Peter Berg que tanto impacto causó. En los últimos años se le ha podido ver en muchas comedias, la mayoría en la órbita de la factoría Apatow. En la dirección debutaba en el 2001 con «Crimen desorganizado», dirigiendo después a Will Ferrell en «Elf» y a Tim Robbins en «Zathura». El espectacular éxito con «Iron Man», nadie se lo esperaba M.I.

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