La ópera prima del belga Philippe Van Leeuw es un impactante relato ambientado en la Ruanda de 1994. En lugar de describir el genocidio y las matanzas de tutsis por parte de la etnia Hutu, el original planteamiento de la película capta la posterior lucha por la supervivencia en medio del clima de pánico.

Es la historia de una mujer tutsi que se refugia en la casa donde trabaja como criada para una familia blanca, cuando en Kigali los occidentales eran evacuados por las tropas de la ONU, abandonando a los nativos a su suerte. Tras permanecer oculta en un falso techo, la protagonista sale a la calle descubriendo las calles cubiertas por los cadáveres de los suyos.

En ese punto, «El día que Dios se fue de viaje» se convierte en un relato de supervivencia, en una variante extrema y africana del género survival, por cuanto la mujer tutsi huye a la selva para esconderse, habiéndose de enfrentar allí a otro tipo de peligros. Su angustiosa peripecia es narrada a tiempo real, para remarcar así su sensación de soledad y abandono, en un espacio y un tiempo inciertos. Se limita a intentar superar el duro momento por el que atraviesa, sin pensar en un futuro o en una vuelta a la normalidad.