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Imanol Intziarte Periodista

Algunas reflexiones a nivel del mar

La ruleta dejó de girar y la bolita se paró en la casilla de Tolo Calafat. Una triste noticia que, no nos engañemos, ha tenido gran eco en estas tierras porque el mallorquín compartía expedición con Juanito Oiarzabal. Hasta hace tres días, y lo escribo sabiendo que suena políticamente incorrecto, para los no iniciados no era más que otro desconocido englobado en la categoría de «compañeros» del alavés. Los titulares arrancaban con un gráfico «La expedición de Oiarzabal...». Ya lo he comentado en otras ocasiones, es la cercanía la que gradúa los sentimientos. Por ello, el húngaro fallecido hace unos días también en el Himalaya no ha merecido aquí ni siquiera unas líneas, mientras que en su país, supongo, la noticia habrá copado páginas y páginas.

Llegarán ahora los reportajes de tono amarillento sobre «La montaña asesina», como si hoy el Annapurna y mañana vaya usted a saber cuál fueran un ente con vida propia y una inconmensurable maldad. De ser así, nadie retornaría con vida, les bastaría con soltar avalanchas cada vez que alguien ascendiera por sus laderas. Esas montañas del Himalaya «sólo» son lugares inhóspitos, donde la falta de oxígeno, el frío, el viento y la nieve impiden el desarrollo de cualquier tipo de vida.

El riesgo existe, es alto, y la mayoría de quienes allí van lo saben. Lo sabía el malogrado Calafat, su extenso currículo alpinístico da fe de ello. ¿Si se podía haber echo más por salvar su vida? Hablar es fácil, más desde la comodidad de esta silla. Quienes nunca hemos estado en una situación similar no podemos ponernos en ese pellejo: congelados, agotados, deshidratados, sin casi aire para respirar... El instinto primario de supervivencia te dice que lo primero es salvar tu propio culo, seas expedicionario o sherpa. No obstante, alpinistas de renombre se preguntan cómo se quedó solo entre tanta gente.

Ahora parece que se puede abrir un debate sobre los medios, los fines, la ética, el compañerismo... Me gustaría equivocarme, pero dudo mucho que haya cambios. El ochomilismo mediático se está devorando a sí mismo.

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