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Tragedia en el Himalaya

Los intentos por rescatar a Calafat en el Annapurna resultan infructuosos

El Annapurna, una de las montañas más peligrosas del Himalaya y en la que pereció hace casi dos años el iruindarra Iñaki Otxoa de Olza, volvió a cobrarse en la madrugrada del 29 al 30 de abril una nueva víctima en la figura del alpinista mallorquín Tolo Calafat. El malogrado montañero participaba en la expedición encabezada por el gasteiztarra Juanito Oiarzabal y en la que también tomaba parte el aragonés Carlos Pauner.

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GARA | IRUÑEA

Finalmente no pudo ser. Tras pasar dos noches a la intemperie a 7.500 metros de altitud y dejar de dar señales de vida en la madrugada del miércoles al jueves, ni siquiera pudo rescatarse el cádaver de Calafat al caer una intensa nevada que impidió al helicóptero de rescate siquiera localizar el cuerpo del alpinista balear a primeras horas de la jornada de ayer.

La situación ya era bastante preocupante el miércoles después de que el montañero mallorquín no pudiera descender de la cima del Annapurna al mismo ritmo que sus compañeros, a los que el martes se les echó la noche encima, y tuvieron que refugiarse en el campo IV. Calafat no llegó a arribar a las tiendas, aquejado por un edema cerebral o pulmonar que le impedía seguir caminando, y pasó la noche a la intemperie acompañado de un sherpa a cien metros del mencionado campo.

Su única esperanza residía en que ese mismo guía de la expedición en la que participaba consiguiera hacerle llegar oxígeno, víveres y medicinas en la mañana de ese mismo día, para lo que el sherpa descendió hasta las tiendas. El responsable de la cordada, el montañero vasco Juanito Oiarzabal, ya advertía de lo delicado de la situación a algunos medios radiofónicos: «Está a 7.500 metros. Lleva un teléfono y no hace nada más que llamarnos desesperadamente para decirnos que por favor, que por sus hijos, por su familia, subamos a ayudarle. Son momentos muy dramáticos. Estamos cansados, dándole muchas vueltas. Esta noche la ha pasado a la intemperie. Hemos mandado un sherpa para arriba que no sé si podrá contactar con él».

Desgraciadamente el guía no pudo cumplir su cometido de hacerle llegar esos esenciales elementos para su supervivencia, dado que no pudo encontrar a Calafat, quien le reconoció tal circunstancia a su esposa mediante una conversación telefónica que mantuvo con ella hacia las 15.00 del miércoles.

No fue el último contacto que se tuvo con el mallorquín, ya que según desveló Oiarzabal, pudieron hablar con él «a las nueve de la noche quejándose de que se estaba congelando, que tenía mucha nieve» y preguntando constantemente «¿dónde está el sherpa?». Este último «fue el único que se ofreció a ir directamente a la muerte, tal y como salió a la una del mediodía, cargado con una tienda, una botella de oxígeno, medicación y un saco».

Nevada mortal

Las inclemencias meteorológicas complicaron más todavía la precaria situación. Esa misma tarde comenzó a nevar en la zona, un problema añadido para que Calafat superara su segunda noche a la intemperie. «Dio la casualidad de que a las tres de la tarde se puso a nevar con mucho viento y el sherpa, después de once horas de subida, no contactó con Tolo. Si lo hubiera hecho, habría montado la tienda, le habría arropado, dado oxígeno y quizá hoy (por ayer) el helicóptero le habría sacado como ha hecho con nosotros», relató el gasteiztarra. Tal y como aseguraron los expedicionarios, el aparato dio dos vueltas por todo el recorrido para tratar de localizar al alpinista desaparecido.

Según declaraciones a la agencia EFE, el piloto del helicóptero, Sabin Basnyat, propuso proseguir con las labores de rescate. «He sugerido enviar sherpas de refresco, no cansados, hasta donde pueda llevarlos el aparato, es decir, unos 6.950 metros de altura, y buscar de nuevo».

Sin embargo, uno de los miembros de la expedición, Carlos Pauner, descartó tal salida porque «ahora mismo está nevando y si esta mañana (la de miércoles), con una nevada de quince o veinte centímetros, no se podía ver el cuerpo, después de otra nevada no se va a ver. No se va a seguir buscando», certificó el alpinista aragonés. «Hemos hecho todo lo posible, hemos sobrevolado colgados de una cuerda y al final, y aún así, no hemos conseguido verlo porque estaba cubierto de nieve», subrayó.

Las contradictorias informaciones que acompañaron a las labores del rescate descolocaron a familiares y amigos del montañero balear. «Nos dijeron que él había podido enviar las coordenadas con el teléfono móvil, ahora nos dicen que no le han podido localizar, y que el helicóptero no ha podido salir, pero también nos han dicho que el helicóptero ayer (por el miércoles) lo pudo divisar enterrado en nieve», afirmó Pere Joan March, amigo y compañero de Calafat.

March aseguró que no quería hacer «ninguna crítica a ningún alpinista ni a la gestión del rescate», en declaraciones a EFE, pero que después de haber pasado toda la noche en vilo y de que su mujer lograra hablar con él vía satélite, la noticia de la suspensión del rescate había sido «un golpe muy duro».

Oiarzabal acusa

Por si el tema no estuviera enredado suficiente, las declaraciones en caliente de Juanito Oiarzabal echaron más leña al fuego, al acusar a la expedición de la coreana Oh Eun-Sun de no haber colaborado a la hora de rescatar a Calafat. «Nosotros no podíamos hacerlo. Llegamos congelados al campo IV, yo además con los pies muy afectados, y no podíamos subir, estábamos agotados, pero alguno de los sherpas podía haber subido. Sin embargo, la coreana no estuvo a la altura de las circunstancias, no dio un golpe en la mesa y dijo: `tú y tú, arriba con dos botellas de oxígeno'», se lamentó.

El alpinista gasteiztarra relató que ofrecieron 6.000 euros a cada sherpa para que participaran en el rescate, pero «ella no puso mucho interés», en referencia a la montañera coreana, «no dio una orden directa». A su juicio, «la clave está ahí. Si ellos hubieran subido con unas botellas de oxígeno hasta el punto donde se encontraba Tolo estaríamos hablando de otra cosa», señaló Oiarzabal.

«Estamos mal, con la sensación de que quizás podíamos haber hecho algo más y de que la solidaridad se está perdiendo», concluyó el montañero gasteiztarra.

casi anula el viaje

Tolo Calafat estuvo a punto de no tomar parte de la expedición en la que finalmente encontró la muerte. El mallorquín vio cómo una de sus ayudas institucionales le fue cancelada, pero superó el contratiempo poniendo el dinero de su bolsillo.

El montañismo se solidariza con la familia

Una vez conocida la trágica noticia, el mundo del alpinismo se solidarizó con los allegados de Tolo Calafat. Especial fue la muestra de cariño de la familia del que fuera también montañero, el navarro Iñaki Otxoa de Olza, quien falleciera el 23 de mayo de 2008 tras sufrir daños cerebrales y un edema pulmonar en la ascensión precisamente del Annapurna.

Su hermano, Daniel, transmitió las condolencias «de mi parte y de la de mi familia, todo nuestro cariño y mucho ánimo. Lo sentimos de corazón». Asimismo, negó que tanto Iñaki como Tolo hayan muerto «haciendo lo que querían. No, lo que querían era vivir, pero han tenido un accidente, aunque son circunstancias de las que eran muy conscientes que podían ocurrir».

Del mismo modo, la alpinista guipuzcoana Edurne Pasaban, quien se encuentra en el campo base avanzado del Shisha Pangma, manifestó a través de su web su pésame a los más cercanos a Calafat y envió un «abrazo enorme» al resto de la expedición. «Un abrazo a todos de corazón y hasta siempre, Tolo», manifestó la montañera vasca, a punto de subir los 14 ochomiles. GARA

El rescate de los Alpes se aplica al Himalaya

No fue suficiente para evitar la muerte de Tolo Calafat, pero es un nuevo método que va a impedir el fallecimiento de muchos alpinistas en condiciones extremas. Desde el pasado 24 de abril, dos empresas -la suiza Air Zermatt, que ya opera en los Alpes, y la nepalí Fishtail Air- han unido sus fuerzas para proporcionar un sistema de rescate con helicóptero, que ya ha dado sus primeros frutos en anteriores salidas. Apenas unos días después de su puesta en funcionamiento, consiguió salvar a parte de una expedición coreana en el Manaslu.

La firma helvética proporciona personal cualificado -un piloto y un especialista en operaciones de rescate- y la nepalí, el material -helicóptero para cubrir el área del Khumbu-, mientras que un segundo aparato, que en estos momentos se emplea para misiones de transporte en la región del Dhaulagiri, también estará alerta en previsión de un caso de necesidad.

Con ello se posibilita el rescate hasta los 7.000 metros y su capacidad de respuesta es de unas pocas horas después de haber recibido la llamada de socorro. El sistema es el mismo que se utiliza en los Alpes desde 1970: un especialista desciende desde el helicóptero a través de un cable extensible hasta los 200 metros llegando a la zona de la pared donde se encuentra el accidentado y allí monta un anclaje, separándose del cable para atender al paciente, pero sin perder el contacto por radio con el piloto.

Posteriormente, especialista y alpinista accidentado son izados por el mismo cable hasta la cabina del aparato, que los traslada hasta cotas inferiores en el caso de que las dolencias no revistan gravedad o directamente a un centro hospitalario en caso contrario. GARA

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