Muchos abertzales que albergan expectativas altas sobre una unidad de acción independentista en un futuro próximo seguro que vieron ayer con recelo la fotografía de EA y Aralar. Suena a empezar la casa por el tejado, a comenzar a vestirse por los pies. No les falta razón, y más aún cuando se evita hacer público con qué ropajes ideológicos, políticos y organizativos acudirán ambos a las urnas navarras en 2011. Tampoco hay duda de que se trata de una fotografía inducida por las prisas de una formación concreta, Aralar, que lleva muchos meses pisando el acelerador para apuntalar la etiqueta «Nafarroa Bai» y, con ello, asegurarse una buena posición en cualquier escenario de futuro: sea con los actuales socios, sea con un polo independentista, o sea en solitario usando la marca que registró por su cuenta. EA de Nafarroa le ha dado esa foto y Aralar respirará hoy más tranquilo.

Sin embargo, lo realmente importante no es lo que se ve y se dice, sino lo que aún no se sabe. No es vestirse por la cabeza o por los pies, sino cuál es el traje. Poca duda cabe, y menos en una jaula de grillos como la de la actual Nafarroa Bai, que el documento pactado no tardará en filtrarse y entonces habrá más elementos para saber si hay un cambio de estilo claro o si se continúa con una estrategia que se ha quedado apolillada ya en estos cuatro años. No da más de sí desde que el PSN cambió de chaqueta o, mejor dicho, se quitó el disfraz con el que había ido a las negociaciones con NaBai en 2007.

Con ello, al mismo tiempo, el PSN dejó todo el campo libre para conformar una alternativa al bloque que lleva tres décadas mandando a sus anchas en Nafarroa. Una alternativa que es abertzale y es de izquierdas. EA y Aralar hablan en términos de ciclo, no de simple convocatoria electoral: sitúan su acuerdo para el periodo 2011-2015. Y ese ciclo no puede ser otro que el de un cambio político muy potente en Nafarroa y toda Euskal Herria. Por eso, para ese viaje no tiene sentido seguir usando ropas ya gastadas (las bases políticas y programáticas anteriores), ni prendas que se quedan pequeñas (PNV y Batzarre). Ni siquiera la suma EA-Aralar es gran cosa por sí sola, como dejaron en evidencia los apenas 14.000 votos de las europeas de hace un año, donde la izquierda abertzale cosechó más de 23.000 con la sigla de Iniciativa Internacionalista. Esos 23.000 apoyos tras seis años de ilegalización férrea en Nafarroa confirmaron dónde está el músculo de cualquier proyecto de cambio que se precie.

Por el momento, el acuerdo entre EA y Aralar no es más que una foto, una pieza. Las coordenadas políticas por las que avancen serán las que determinarán cuál es la masa popular que cabe en ese traje y las opciones de cambio real que se van generando en Nafarroa. Pero no es mal síntoma que quienes falten en la foto sean las dos patas de la mesa decididamente cojas (en cantidad y calidad) para el cambio. Ni tampoco que el acuerdo haya logrado unir a dos partidos, EA y Aralar, que llevaban años despellejándose en el seno de NaBai.