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Pasos unilaterales sí, pero con sentido

El acuerdo alcanzado en Nafarroa entre Eusko Alkartasuna y Aralar para concurrir juntos a las elecciones de 2011 no es fácil de entender desde una perspectiva política general. En este contexto parecería más lógico entablar conversaciones incluyentes entre todos los partidos abertzales y progresistas para acordar una alternativa en base a la acumulación de fuerzas. Así lo parece demandar también la base social de esos partidos, tanto si se atiende a los resultados de las últimas elecciones europeas en Nafarroa como si se analizan las nuevas dinámicas sociales en marcha. Por todo ello, la explicación más verosímil para este acuerdo es que esas dos formaciones confunden, da igual que sea de manera intencionada o inocente, las urgencias que como estructuras políticas tienen con las prioridades políticas de Nafarroa y Euskal Herria. No obstante, aunque criticables, las urgencias de los partidos no dejan de ser legítimas. Y lo que es más importante, no tienen por qué ser incompatibles con las prioridades del país.

Sin conocer los detalles del acuerdo, lo relevante es saber si ese acuerdo pretende tan sólo blindar cuotas institucionales o aportar algo al escenario político que ha abierto el debate estratégico de la izquierda abertzale. Porque, a falta de otras propuestas estratégicas elaboradas que cuenten con un mayor apoyo social refrendado, ésos son los parámetros en los que se sitúa ahora el debate de las fuerzas abertzales a la izquierda del PNV. Especialmente en Nafarroa, donde es conocida tanto la debilidad estructural de los jelkides como, más claramente si cabe tras las negociaciones de Loiola, su nula disposición a incluir a Nafarroa en un acuerdo político resolutivo -a pesar de que su realidad sociopolítica no es tan distinta de la de otros herrialdes-. Por otro lado, la deriva de Batzarre habla por sí sola. En definitiva, falta saber si la unilateralidad de este acuerdo se inscribe en parámetros de cambio de correlación de fuerzas o en reeditar una fórmula electoral opositora.

Éste no es tiempo de elecciones, sino tiempo de una política independentista y democrática que incluya en su proyecto una oferta electoral ilusionante.

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