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Occidente observa con inquietud la crisis política que tiene paralizada Tailandia

Occidente no disimula su inquietud por la crisis política que mantiene paralizada Tailandia, pero se abstiene de intervenir en los asuntos internos de un país clave en la región y cuyo futuro es más que incierto. Los «camisas rojas» siguen en el centro de Bangkok pese a las amenazas del Gobierno.

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Miles de «camisas rojas», seguidores del derrocado primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra que exigen la dimisión del Gobierno de Abhisit Vejjajiva, seguían ayer controlando una amplia zona del centro de Bangkok. La «batalla final» de los manifestantes antigubernamentales se desarrolla de forma ininterrumpida desde el 14 de marzo en la capital y mantiene paralizado el país, lo que suscita, la consiguiente preocupación en Occidente, aunque se abstenga de intervenir.

Millones de dólares se han convertido ya en humo. La seguridad de los turistas y de los expatriados estará potencialmente en juego si el país sucumbe a la violencia.

«No se trata simplemente del Ejército contra los manifestantes, es más complicado que eso», admite un diplomático occidental. «Las órdenes contradictorias en el seno del Ejército y los miembros del Gobierno atacándose entre ellos afectan a todos los ámbitos del Estado y a todas las instituciones».

Los occidentales se dieron cuenta de la gravedad de la situación el pasado 10 de abril, cuando los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes se saldaron con 25 muertos y más de 800 heridos.

Pero la reacción ha sido muy contenida ante el enorme riesgo que supone posicionarse de uno u otro lado. «No hay mediación real, no hay presión. La gente escucha a ambas partes y trata de permanecer neutral», afirma un diplomático europeo.

Los «camisas rojas», sin embargo, no han ahorrado esfuerzos por internacionalizar el conflicto y han pedido una fuerza de mantenimiento del orden de la ONU y observadores de la UE.

La semana pasada invitaron a los diplomáticos a visitar la zona en la que permanecen atrincherados, pero muchos se negaron, y los que se atrevieron a hacerlo fueron criticados por el Gobierno. «La comunidad internacional no tiene por qué intervenir en esta crisis», dijo el ministro de Exteriores, Kasit Piromya.

Los más activos son los estadounidenses, fieles aliados de Tailandia, cuya embajada trabaja «intensamente manteniendo conversaciones» con ambas partes, según el Departamento de Estado. Tras los choques del 10 de abril, EEUU ha llamado a la moderación, según un diplomático occidental, que recordó que las relaciones bilaterales fueron tensas a lo largo del año posterior al golpe militar de 2006.

Estos últimos días «ha habido cierta frialdad por parte de los estadounidenses, que han dejado claro que no quieren apoyar cualquier aventura».

hospital desalojado

Los «camisas rojas» desalojaron el jueves a algunos pacientes de un hospital cercano a su campamento al sospechar que en su interior se escondían soldados que podrían estar preparando un ataque contra ellos. No hallaron ninguno y uno de los líderes antigubernamentales tachó de «inadecuada» la acción y pidió disculpas.

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