La izquierda abertzale hizo una importante declaración política en Iruñea, hace ocho días, y ningún partido ni portavoz ha podido negar que supone una novedad. No obstante, llama muchísimo la atención que, cuando desde el independentismo se hace una apuesta por la paz, la respuesta del Gobierno español, del PSOE y del PP se haga en clave exclusivamente electoral, subrayando qué condiciones (aleatorias y cambiantes en el tiempo) debe cumplir para poder estar en próximos comicios o, sencillamente, anunciando a los cuatro vientos que haga lo que haga no podrá participar en ellos.

El ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dice que considera «un ejercicio inútil» pararse siquiera a leer los documento que hace pública la izquierda abertzale. Y lo dice, claro está, después de haber analizado hasta la colocación de cada una de sus comas. Y asegura después que con «ambigüedad» no volverán a la política.

A estas alturas, resulta inútil apelar a la separación de poderes y decirle al ministro de Interior que no es él, sino un tribunal, el que debería determinar quién se presenta y quién no. Él y todos sabemos que lo que en su momento diga el Gobierno va a misa o, mejor dicho, se convierte en sentencia.

Por lo tanto, resulta más práctico intentar ver que se pretende con estas declaraciones y es obvio que lo que Pérez Rubalcaba busca es el desestimiento de la izquierda abertzale, que no siga adelante en una estrategia que el Gobierno español considera peligrosa. Su apuesta por medidas que dibujan un futuro de prolongación del conflicto pretende generar dudas y, si puede, contradicciones en el seno del independentismo sobre la adecuación y efectividad de los pasos que va dando.

Porque, hoy por hoy, la apuesta esencial del Pacto PSOE-PP es que la situación política no evolucione, que no haya un cambio sustancial, al menos hasta las próximas elecciones municipales y forales. La presencia de una candidaturas independentista de izquierdas potente acabaría con sus cuentas de la lechera, las que se basan en la ilegalización para poder extender el acuerdo «de cambio» del Gobierno de Lakua a las diputaciones y grandes municipios. Así de ruin y así de mezquino. Se les habla de paz y sólo piensan en seguir acumulando poder.

En este contexto, el tiempo juega a favor de los intereses del unionismo. Toda demora en los pasos que puedan determinar un cambio de escenario es saludada por Zapatero, Rubalcaba, Rajoy, López, Basagoiti y Cía. como un día, una semana o un mes ganado a su favor.