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Editorial (2010/4/27)

Legionarios: investigación furtiva

El vocero vaticano Federico Lombardi, confirmó ayer que el próximo viernes el Papado analizará, en condiciones de «secreto pontificio», los reportes y las propuestas episcopales en torno a la Legión de Cristo, sumida en una grave crisis por la inocultable trayectoria delictiva de su fundador, el difunto sacerdote mexicano Marcial Maciel. Aunque las denuncias sobre algunas agresiones sexuales perpetradas por ese religioso se conocen desde hace tres lustros o más, tanto los legionarios como el poder máximo del catolicismo, así como el arzobispado de México, se empeñaron en negar las imputaciones, en descalificar y satanizar a sus autores, en acallar a las instancias informativas que dieron cobertura a las denuncias y en garantizar la impunidad de Maciel, cosa que, a la postre, lograron. Por ello, resulta inverosímil el alegato esgrimido ahora por Benedicto XVI y por la alta jerarquía eclesiástica mexicana de que «no sabían nada» sobre los crímenes del cura michoacano. A fin de cuentas, el empecinamiento encubridor resultó insostenible, como ha ocurrido con las carreras delictivas de muchos otros sacerdotes de América Latina, Estados Unidos y Europa, y la Iglesia católica no ha podido impedir que se exhiba una de sus miserias institucionales más escandalosas: los mecanismos y las normas de protección de agresores sexuales pertenecientes a las filas del clero.

(...) el Vaticano y las jerarquías eclesiásticas nacionales enfrentan el desafío formidable de superar sus inercias históricas más grotescamente anacrónicas, como el verticalismo, el secreto y el autoritarismo supremo de la infalibilidad pontificia; la nunca superada tentación de conformar poderes terrenales y desvirtuar la laicidad de los estados; la lacerante discriminación estructural e institucional a las mujeres; la homofobia; la arbitraria imposición del celibato; el afán por erigirse, más allá de sus tareas espirituales, en autoridades médicas, educativas y hasta científicas, y por imponer a sus feligreses determinadas conductas afectivas y sexuales. (...)

Por desgracia, el Papado ha optado una vez más por lavar los trapos sucios en casa y por llevar a cabo en secreto el análisis de las auditorías practicadas a la orden. Necesariamente, e independientemente de los resultados que arroje ese proceso, al final quedará la impresión de que se ha ocultado y solapado algo. (...)

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