David Cameron se ha entregado a la tarea de la modernización de su partido, con la clara intención de acabar con un liderazgo que hasta el momento ha estado dominado por hombres blancos maduros. Con sus 43 años, su humor y con una perspectiva distinta desde el sillín de su bicicleta, los conservadores se han lanzado a esta elección con un mensaje de «esperanza, optimismo y cambio». Ese fue precisamente el mensaje que le valió el liderazgo del partido, cuando, salido de la nada y con un discurso improvisado, se ganó la voluntad de los delegados reunidos para elegir a un sustituto a Michael Howard en el 2005.

Cameron se unió al partido conservador al acabar su carrera universitaria, y fue Consejero Especial de Norman Lamont y Michael Howard. Su primera cita con las urnas se produjo en 1997, pero el hoy líder no consiguió su escaño. Las tornas cambiaron en 2001, cuando fue elegido diputado por Witney, Oxfordshire, y para las elecciones del 2005 ya era coordinador de política del partido. Precisamente el limitado éxito electoral de los conservadores frente a los laboristas todavía liderados por Tony Blair causó la caida del líder de los tories, Michael Howard y abrió la puerta a unas «elecciones primarias» en el seno del partido, en las que Cameron obtuvo la mayoría de los apoyos tras derrotar sorprendentemente a otros políticos más establecidos como David Davies.

Los seguidores de Cameron son jóvenes urbanitas acomodados-el llamado Notting Hill Set, en referencia a la barriada londinense- que buscan un candidato telegénico, agradable, euroescéptico comedido, liberal y sin esqueletos en el armario... como se dijo en su día, el Blair de los Conservadores. De hecho, el columnista Peter Hitchens ha escrito que «Cameron ha abandonado la última diferencia significativa entre su partido y la izquierda», y denominó al partido conservador bajo su liderazgo Blue Labour, Laborismo Azul, bromeando con el concepto New Labour.

Sin embargo, los antecedentes de Cameron, que se educó en Eton y estudió Filosofía, Política y Economía en Oxford, han llevado a ciertos críticos a dudar de la agenda de Cameron y a cuestionar si esta modernización no les llevará a perder los votos de los conservadores más tradicio- nalistas, como muestra el resentimiento de algunos de los diputados con mayor experiencia de su partido, que aún así no se atreven a criticarle publicamente, con la excepción de aquellos que ya han abandonado la política, como Norman Tebbit, el que fuera coordinador conservador, quien le comparó con Pol Pot en su intención de «borrar el thatcherismo de la memoria antes de construir el Nuevo Partido Moderno, Compasivo y Globalmente Concienciado ecologicamente».