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Almadieros de Aspe y Oloron fueron homenajeados por los roncaleses

La Asociación Bearnesa de Almadieros de los ríos Aspe y Oloron, junto al equipo de balonmano femenino Itxako, fueron homenajeados ayer en Burgi con motivo del Día de la Almadía. Miles de personas contemplaron este viejo oficio convertido ahora en espectáculo.

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Los almadieros volvieron a surcar ayer el río Ezka en una jornada que, pese a la lluvia, sirvió de reencuentro con un viejo oficio, ya desaparecido, convertido ahora en un espectáculo que atrae a miles de personas.

Desde primeras horas de la mañana se desarrollaron en Burgi actos culturales, musicales y folklóricos, pero el acto que centró todas las miradas fue el descenso de las almadías por las aguas bravas del río Ezka, que tuvo lugar al mediodía.

En esta ocasión la Almadía de Oro se concedió por partida doble. Por un lado, fue entregada al equipo de balonmano femenino Itxako, reconociendo así sus méritos deportivos durante la pasada temporada.

Por otro lado, se premió la labor de la Asociación Bearnesa de Almadieros de los ríos Aspe y Olorón, que se encarga de recuperar la antigua tradición de transportar la madera en balsas por el río en el valle bearnés de Aspe. De esta forma, en la vertiente norte del Pirineo se rememora el tráfico almadiero del siglo XVII para abastecer de mástiles a la Marina Real del Estado francés.

Un miembro de esta asociación y dos jugadoras del Itxako, que no estaban convocadas para el partido que tenían que disputar ayer por la tarde, se subieron a una almadía y pudieron disfrutar en primera línea de la experiencia de descender por el río Ezka en los gruesos troncos.

Con este acto se rememora el oficio del almadiero, que era «duro y extremadamente peligroso», según recordaban ayer miembros de la Asociación Cultural de Almadieros Navarros. De hecho, durante varios siglos los habitantes del Pirineo navarro tuvieron que ingeniárselas para dar salida a su riqueza forestal, pero ello requería ausentarse de casa durante varios días o incluso semanas.

La orografía del terreno no permitía otra solución que sacar la madera por el río, y para ello se especializaron en hacer estas curiosas balsas y navegar sobre ellas aprovechando las crecidas del río por el deshielo de la nieve. De esta forma recorrían largos tramos fluviales, hasta que conseguían vender la mercancía, pero luego tenían que regresar a casa como podían.

La construcción de carreteras, la aparición de los camiones y la construcción del embalse de Esa sobre el cauce del río Aragón pusieron fin a un oficio muy arraigado, que contaba con varios siglos de actividad.

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