Como arranque no estuvo mal. El antes presentador televisivo, y hoy supuesto semental según atribuciones televisivas diseminadas por amantes, novias y pretendientes varias en todas las cadenas, Pepe Navarro, inauguró el programa de Cuatro «Tonterías las justas» que presenta Florentino Fernández con una escena muy elaborada, bien representada y que era la declaración de asunción de paternidad de Navarro, pero no por lo que es rumor constante, sino porque asumió ser el padre de Flo.

Vale, la expectativa creada le permitió arrancar con una buna audiencia, pero una vez estos nueve minutos primeros, lo que quedó era algo que uno sintió que viene con retraso, como que es algo tan trillado, tan visitado, tan utilizado y hasta tan abandonado, que va a costar hacerse el hueco necesario como para poder competir con lo ya establecido, al que por otro lado, se parece mucho ya que es una fórmula muy similar, aunque hay valores consolidados tanto en la parte de reportajes, como en las presentaciones y muy especialmente en los guiones, si nos referimos a la oferta de La Sexta, que es a la que parece atacar directamente, «Sé lo que hicisteis» con los que va a chocar frontalmente.

Por lo tanto, nos tememos que estamos ante un nuevo intento de la cadena absorbida por encontrar señas de identidad, pero si no sucede algo muy especial, y no creo que a Flo le puedan salir ya muchos más padres, parece condenado a tener una vida efímera. Los ingredientes del producto son chicas guapas, de piernas largas, ocurrentes y simpáticas, junto a jóvenes muchachos dicharacheros y atractivos, uso del doblaje y las voces de famosos sobre escenas de series o películas, es decir, lo que se llevaba hace diez años, más o menos.

Y Flo, al que se le ve pegado al guión, sin capacidad de improvisar, mirando a los papeles, y en eso sí que es hijo de Navarro, de su escuela, aporta su facilidad de comunicación, su proximidad sin raspaduras a los públicos pero que por sí mismo no da suficiente entidad a un programa de sobremesa. Uno de los horarios más difíciles de retocar porque la clientela parece tener muy claro con quién o con qué se echa la siesta.