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Rufus Wainwright, complejo apellido para un sonido tan claro como el agua imaginada

El fútbol no vale nada, al menos bajo los dedos del pianista, la voz caída del actor, la guitarra por si hay una esquina, mientras en el escenario esté Rufus Wainwright, quien actúa este domingo en Bilbo.

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P. C. | BILBO

Quienes le conocen, esa amplia minoría que da vida a los momentos más sublimes de la música, sea del estilo que sea, le adoran, como ya se mostró en su pasada actuación en el Kursaal donostiarra en 2007, donde llenó el espacio con almas y singulares interpretaciones, tanto por el pentagrama como por lo estético, dos mundos que Rufus Wainwright domina con soberbia elegancia y clase.

A primeros de 2008, un anuncio de Repsol/Butano en su 50 aniversario llama la atención de miles de televidentes. En internet comienzan a preguntar que quién es el que canta en el spot. Pronto contestan los seguidores de la actualidad: «Se llama Rufus Wainwright y la canción se titula `Hallelujah', original de Leonard Cohen». La verdad es que se han interpretado cientos de versiones de la canción de Cohen; de hecho, un proletario viviría toda su vida gracias a los derechos de autor.

La letra comenzaba: «Yo escuché aquí lo que fue un acorde secreto que tocó David, y éste gustó al señor. Pero tú realmente no te preocupas por la música, ¿no es así?...». Un día un niño de seis años vio el anuncio de Repsol (un contaminador limpiando el aire con una canción inmaterial) y, ante el asombro de sus padres, dijo: «Yo esta canción la conozco». Sus responsables no se lo creían, pero el pequeño sacó su juego de «Shreck» y ahí estaba, lo mismo que en la banda sonora de la película.

Es una anécdota, sin más, pero muchos conocieron a Wainright gracias a ese detalle. Evidentemente, los más serios saben que es hijo de los cantantes de folk Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle. Conocen que es disidente sexual y que lo apunta con naturalidad desde hace muchos años. Que nació en Nueva York y que en su reciente álbum, «All days are nights: songs for Lulu», se pregunta precisamente dónde está Nueva York. También han leído que es hermano de Martha Wainwright, que en 2007 Rufus ofreció un concierto reinterpretando un legendario recital de Judy Garland, que le gusta la ópera, los crooners, el cabaret, la cultura, Shakespeare, que tiene 36 años, que es ligero con el piano, metálico y volátil con su voz, que compone muy por encima de los comunes y que 2009 no fue el mejor año de su vida.

El año pasado estrenó en Berlín «Sonnette», una colaboración teatral con el director Robert Wilson, basada en los sonetos de Shakespeare. Tres de ellos, por cierto, aparecen en su nuevo álbum. Unos meses más tarde, en Manchester, estrenaba su primera ópera, «Prima Donna», maltratada por la crítica a pesar de ser una de sus grandes pasiones y proyectos pendientes. Para mayor destemplanza, su madre, Kate McGarrigle, se va apagando en los últimos días de diciembre, para fallecer el 18 de enero de este año. Kate y Martha son protagonistas de «All days are nights: songs for Lulu».

Solo ante su piano, su voz y el recuerdo a su madre

Musicalmente Rufus Wainwright siempre ha sido un músico de variados arreglos para sus canciones, aunque siempre vampirizados por la tersura de su voz o por su buena planta. Escarmentado de ornamentos, quizá dolido, Rufus grabó «All days are nights: songs for Lulu» (Universal), su sexto álbum, con diferentes arreglos y planos; sin embargo, por el palo a su ópera o por una cuestión de sentimientos, el neoyorquino fue quitando pistas y más pistas, hasta que una buena noche se encontró a solas con su piano. Sus canciones, quedaron perplejas y desnudas, a solas con el galán y con Shakespeare. Y solo aparecerá en el agradecido escenario del Palacio Euskalduna de Bilbo. P. C.

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