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Eszenak

El gusto de quien paga

Josu MONTERO | Escritor y crítico

En «Urtain», Animalario habla de la manipulación mediática y política, de la vulnerabilidad humana, de los pies de barro que suelen tener los ídolos, y también todos nosotros. Así lo reconocieron los premios Max con una lluvia de galardones, entre ellos al autor en castellano (Juan Cavestany), al director (Andrés Lima), al empresario privado (Animalario), al actor (Roberto Álamo), y al mejor espectáculo. El presentador de la gala, el actor Carlos Hipólito, parodió el supuesto compromiso político del gremio: «Quiero aprovechar este premio para condenar todas las injusticias que se cometen en todos los planetas del sistema solar, pero me callo porque los de Animalario me están mirando un poco raro». Así que, al recibir un premio, Alberto San Juan se apresuró a aclarar que no iba a denunciar nada; aun así, tanto él como Andrés Lima vincularon «Urtain» al empeño necesario por no dejar morir la memoria histórica. Los «animalarios» dedicaron sus premios a la memoria de José Manuel Ibar y a su familia.

Pep Bou recibió el premio Nuevas Tendencias y recordó cómo tuvo la suerte de que en su primera actuación, en Tárrega en 1982, estuviera entre el público el gran Joan Brossa quien, tras el espectáculo, le animó a que siguiera con su trabajo, ya que en él veía «la imagen poética por excelencia». Bou se dedica a las fugaces pompas de jabón, con las que realiza elaborados espectáculos escénicos. Brossa es el diseñador de la estatuilla de los Max, la manzana con antifaz. Valorado por su trabajo en el ámbito del arte, Brossa es aún prácticamente ignorado en su faceta de sorprendente y vanguardista dramaturgo.

Otro dramaturgo catalán también más desconocido de lo que merece es el que recibió el Max de Honor: Josep Manuel Benet i Jornet, autor de más de cincuenta obras entre las que se encuentran joyas como «El hayedo: ensayo sobre la belleza del tiempo», «Motín de brujas», «El perro del teniente», «E.R.», «Testamento», «Deseo», «Fugaz», «Olores» o «¡Ay, caray!». Benet i Jornet conectó estupendamente no con su generación, sino con la siguiente; a ellos dedicó el premio, por construir un nuevo teatro basado en otra forma de entender el texto dramático.

Otra llamada de atención: el teatro aragonés. Sendos grupos maños recibieron el premio Revelación y el Musical; Teatro Ché y Moche, con «Metrópolis», y Gato Negro Teatro, con «Cabaret de caricia y puntapié». Estos últimos pidieron desesperadamente que les saliera algún bolico más. El premio al Mejor Autor en Catalán se lo llevaron Sergi López y Jorge Picó por «Non solum», que protagoniza el primero de ellos, y que hoy precisamente sube al escenario del Principal de Gasteiz. Blanca Portillo y Carmen Machi se llevaron su enésimo galardón. Y aunque no fueron ni siquiera nominadas, dos de las compañías con más personalidad del teatro estatal, una veterana y la otra aún joven, nos visitan estos días con obras además cuyo eje vertebral es la muerte, una muerte que puede provocar dolor pero también risa. Nos referimos a «Futuros difuntos», de La Zaranda: hoy en Zornotza, mañana en Eibar y pasado en Barakaldo; y a «Exitus», de Titzina: hoy en Galdakao.

En la gala de los Max el intempestivo Valle-Inclán clamó: «¿Aún existe la literatura dramática? ¡Si esto del esperpento se estudia ya hasta en los colegios de curas! Les recomiendo que no sigan mi ejemplo y que escriban al gusto de quien paga. A propósito, ¿quién paga hoy el teatro?».

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