BELEAK

Voz y Guitarra de Aiumeen Basoa

Pablo CABEZA

El metal extremo asusta -si debe- por su nombre y por el imaginable estruendo musical, pero Aiumeen Basoa pueden convencer tanto a los aficionados al death metal como a los seguidores del power metal, de la música sinfónica, atmosférica o folk. Se pueden atrever con su sonido quienes basculan la cabeza al estilo de la niña del exorcista y aquellos que añoran el periodo épico-folk de Lertxundi, Haizea o el primer Txomin Artola, siempre, claro está, con el acero como hilo conductor.

Entre riscos y explanadas, las canciones de Aiumeen Basoa se adentran en el tiempo hasta llegar mágicamente a los nueve y los diez minutos. En esta eternidad, el rock desairado y las historias simbólicas se mezclan entre ambientes neorománticos. Las lágrimas se secan con soplete, pero ni semejante imagen puede con la hermosa puñalada que es «Iraganeko bide malkartsutik», uno de los mejores trabajos de los últimos años de nuestra escena metálica. Disco que, además, contará con distribución internacional.

La historia de Aiumeen Basoa comienza en 1994 cuando Egoitz, bajo y teclados, y Beleak, voces y guitarra, que hasta entonces forman parte de un proyecto de thrash-core y death metal, deciden apostar por horizontes más amplios y libres. Otra razón decisiva para el cambio fue el descubrimiento de toda la oleada de grupos nórdicos de black metal y, en especial, de aquellos que mezclan ferrería con elementos tradicionales en sus composiciones. La idea se la comentan a Mikelot, voces limpias, guitarra y hermano de Beleak, y empezan a componer los temas a los que Egoitz añade, mediante un viejo teclado, todos los arreglos de instrumentos que se les van ocurriendo. Con esta base y nuevos músicos, como Belainotz a la batería, graban en 2001 el recordado split «Triarchy of Vasconia-Iluntasunaren itzulera».

Tras la salida del disco compartido, en la banda quedan Egoitz, Mikelot, Beleak y Aitor. Con el paso del tiempo, surgen nuevos cambios, para añadirse finalmente al trío inicial, el donostiarra Ibai, quien con su piano y acordeón redimensiona el sonido del grupo. Ibai es asimismo miembro de la banda Ilbeltz, con disco en el mercado dentro de poco. A la llamada de la batería acude Fory, de Ermua, ex Anopheles, ex Kokein y parches también en Storbais, al violín se apunta el donostiarra Imanol, miembro fundador y guitarrista de Azken Garraxia. La formación se completa con Oihane a las voces, de Mutriku. Cabe observar que Egoitz forma también parte de Adhur, con el bajo y los teclados, y que Mikelot tiene un proyecto de versiones llamado The Incult.

El disco lo edita el sello donostiarra Erzsebet Records, formado en 2004. Hasta el momento ha publicado a Runic, Embellish, Shemhamphorash y el actual de Aiumeen Basoa. «La idea es sacar sólo material que nos guste y creamos que es bueno, por eso las referencias son las justas», apunta Eate, junto con Joserra uno de los responsables del sello. Erzsebet Records cuenta además con distribución propia, Indar Productions, que, de paso, elabora correas para guitarra, muñequeras, collares... y todo de forma artesanal. Grupos como Emperor, Ihsahn, Moonsorrow, Zyklon o While Heaven Wept son clientes de su excelente trabajo. Gracias a Indar, su experiencia y su red de contactos, «Iraganeko bide malkartsutik» estará distribuido en Europa y EEUU. Lo merecido para un disco donde las atmósferas, los embrujos y la sucesión de imágenes envuelven el entorno como el hilo a la crisálida.

Cualquiera que lea que surgieron en 1994 se dirá que dónde han estado metidos durante todo este tiempo.

Pues aunque parezca una contradicción por el tiempo que ha transcurrido sin novedades, nunca hemos dejado de trabajar en el local con el objetivo de obtener un buen resultado final. El periodo de cambio de miembros del grupo y la adaptación de ellos al concepto de canciones de larga duración y de diferentes ambientes sónicos llevó su tiempo. A su vez esto nos sirvió para mejorar como instrumentistas. Con esta formación ya estable y después de grabar una demo en el local de ensayo, decidimos entrar al estudio a grabar los seis cortes que componen «Iraganeko bide malkartsutik». A esto hay que añadir que no todos los componentes del grupo residimos en Mutriku, con las complicaciones que ello implica a la hora de ensayar y demás.

¿Qué cabe esperar por su parte tras la edición de este disco: mayor apuesta que antes, más directos, más presencia...?

Nuestra actitud ahora mismo es la de un grupo con las pilas cargadas que va a sacar su primer álbum con una ilusión guardada durante todo este tiempo. Tenemos muchas ideas acumuladas, teniendo en cuenta que los temas de este disco empezaron a componerse en la época del «Triarchy» y que nunca hemos dejado de crear y elaborar. Queremos hacer más directos, que no creo que vaya a ser muy difícil (risas). Pero mucho, por no decir todo, depende de la respuesta de la gente, de esa transmisión recíproca de energía, la magia que creemos motiva a todo músico. Además Erzsebet Records ha apostado por nosotros, nos hace una buena distribución a nivel estatal e internacional, por lo que estamos muy contentos.

Desde el inicio han tenido un componente folk y melódico contrastando con el death metal extremo. Quizá lo complicado sea perfilar qué es folk vasco, cómo es y cómo introducirlo en el metal.

En general, nos encanta la música folk y de raíz de todo el mundo, aunque lo que más nos inspira y ha quedado impregnado en este disco es nuestra pasión por la música celta. En cuanto a los elementos de folk vasco, creo que es debido a que nos encanta dicho género y que lo hemos escuchado. Grupos como Haizea, los primeros discos (sobre todo) de Benito Lertxundi, Mikel Laboa, Amaia Zubiria, Txomin Artola... han sido una gran influencia para nosotros, de ahí que se note ese «toque». Todo ha surgido de una forma muy natural y hay que tener en cuenta que el idioma también ayuda en este sentido.