¿Qué es más complicado, romper un huevo sobre la sartén con una sóla mano o lanzar desde un cuarto piso un huevo envuelto en un artilugio volador y que la cáscara no se rompa al tocar tierra? Lo primero tiene su truco, además de habilidad: sostenerlo como si tuviésemos dos pelotas de golf, romper justo en el centro del huevo y poner el dedo medio bajo la rotura, y abrir los dedos índice y pulgar para dejar salir la yema y la clara. ¿Para lo segundo? La respuesta estuvo en la mañana de ayer en la Escuela Politécnica Superior de Mondragon Unibertsitatea, en Arrasate. Allí, 26 grupos -en total, 86 personas- tomaron parte en el ya tradicional concurso de Diseño Industrial de Lanzamiento de Huevo.

Una cartulina, cuerda y cola de contacto. Con esos tres ingredientes, los participantes, estudiantes y trabajadores de la universidad debían ingeniárselas para modelar un artilugio volador para proteger al huevo en su lanzamiento. Una caída desde un tercer piso, 10 metros, siendo el ganador del ingenioso evento aquel grupo que lograra enviar el huevo a la mayor distancia posible, sin que éste se rompiera. Aunque ése es sólo uno de los galardones. Hay otro al mejor diseño y un tercero al vuelo más elegante.

El protagonismo es para el ingenio, pero también para el huevo. Éste debe ser de gallina y no puede ser ni cocido ni empapadado en vinagre -lo cual endurece la cáscara-. A pesar de que la empresa no parece resultar nada fácil, lo cierto es que muchos consiguieron que el huevo aterrizase sano y salvo sobre el césped del campo de fútbol.

Al final, en medio de la expetactación del alumnado, los que más lejos arrojaron el huevo y sin romperse fueron el cuarteto compuesto por Maitane Mazmela, Egoitz Segurola, Juani Calvo y Eñaut Iturbe. Respecto al mejor vuelo, el premio con su sencillo ``Apolo GT'' se lo llevó la pareja formada por Mikel Etxagibel e Iker Muruamendaraz. Y, el diseño más ingenioso, con forma de paragüas, recayó en Irati Zamallo, Tamara Rodríguez y Maialen Oliden.