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Raimundo Fitero

Escrúpulos

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Antonio Ozores es un clásico que perdurará. Sus cientos de películas probablemente no, ni muchas de sus obras de teatro, pero sus apariciones televisivas de las últimas décadas, cuando afloraba su personalidad, su manera de hablar tan peculiar, esa forma de difícil imitación en donde el absurdo se mezclaba con un surrealismo garbancero, le colocan dentro de parnaso de los cómicos con personalidad, de los sobrevivientes a las épocas y las modas. Se fue sin hacer ruido. Su epitafio debería estar escrito con su lenguaje de encrucijada. Tendremos la oportunidad de seguirlo viendo con las reposiciones que se realizarán. Su familia lo arropó con delicadeza. Su herencia es tangible. Cuando un cómico se va, una estrella se apaga.

Parece obvio que los recortes sociales, la comparecencia parlamentaria de ZP y todos sus efectos colaterales marcaron una jornada en la que un equipo de fútbol con una hinchada popular y bullanguera, el «Atleti» de Madrid, ganaba una copa continental y daba un éxito de audiencia a Tele5, que la retransmitía. La misma noche en la que el Carrusel Deportivo de la Ser se emitía sin la presencia de su director en los dieciocho últimos años, Paco González, suspendido de empleo y sueldo por un conflicto con la dirección, con una tensión añadida que deberán resolver en breve porque todo está muy confuso.

El mismo día en la que Manolo Lama en su conexión en directo desde Hamburgo, donde se celebraba la final, con el espacio deportivo de la Cuatro realizó una de las entregas más asquerosas que se puedan imaginar. La falta de escrúpulos fue total. Hicieron bromas muy pesadas con un indigente. Bromas que deberían estar penadas, y al periodista le debería caer la cara de vergüenza por esos actos de violencia contra los desfavorecidos. Quien no lo conozca lo puede ver en Internet o en otras cadenas ya que es de esas cosas que parecen increíbles se produzcan. Pero el subconsciente aprieta, y aquí ha quedado muy retratado. Parece que el imperio deportivo de Prisa hace aguas. Van cayendo sus baluartes. Lo de los manolos era un acontecimiento diario de parcialidad, pero ahora lo es por propiciar el gamberrismo de extrema derecha.

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