La ola de ataques a escuelas y guarderías de China, con 19 muertos y 70 heridos -la mayoría niños- en dos meses, tiene desconcertado al país asiático, que ha empezado a buscar las razones sicológicas y sociales de este fenómeno y se pregunta si debe hacer algo más que aumentar la seguridad, tal y como se ha venido haciendo.

Muestra de ello son las declaraciones del ministro de Seguridad Pública, Meng Jiangzhu, quien tras el ataque del miércoles pidió atención sicológica a «individuos antisociales y paranoicos» como los seis que han cometido las agresiones, todos de entre 30 y 50 años y con conflictos laborales, económicos o sentimentales en su entorno.

Jiangzhu también se dirigió al cuerpo de Policía para emplazarle a que «hable más con la gente, para resolver disputas con el fin de reducir los conflictos sociales».

Los expertos han empezado a reflexionar sobre la cadena de ataques, y se preguntan si éstos tienen su origen en los problemas sociales que el rápido crecimiento económico del país ha producido en 30 años, tales como la creciente diferencia entre ricos y pobres o la falta de atención sicológica entre quienes la necesitan.

Sociedad polarizada

«Los atacantes no ven oportunidades en una sociedad polarizada, es un problema muy grave», subrayó Yu Jianrong, de la Academia de Ciencias Sociales.

Xu Youyu, otro experto de la misma academia, también alertó sobre el derrumbe de valores que muestran estos ataques en una civilización, la china, donde los niños han sido siempre señal de máxima felicidad en el seno familiar y más en la actual China de la política del «hijo único».

Con todo, el gigante asiático es considerado todavía, como otros países de Asia Oriental, una nación con menores índices de delincuencia que Occidente, y aún hay quienes siguen manteniendo que el aumento de la seguridad es el medio para enfrentar esta crisis.

Así, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Ma Zhaoxu, destacó ayer que «las autoridades pertinentes están tomando las medidas adecuadas».

Los sucesos podrían abrir la puerta a un debate sobre el sistema sanitario chino, que pasó a ser de pago en los años ochenta y actualmente impide que muchas personas de clase baja puedan pagarse un sicólogo.

Los expertos señalan que varios agresores sufrían depresión pero que ésta nunca les fue diagnosticada por no poder acudir a especialistas.