Floren Aoiz www.elomendia.com
Contra la tiranía de los mercados y el capitalismo
Durante un tiempo, se hablaba mucho de la Europa de los mercaderes. Quizás sería más acertado referirnos a la Europa de los mercados, de los mercados financieros, pero también del mercadeo de la política, convertida en pantalla esperpéntica del poder del capital.
Los mercados mandan. Hay que tranquilizarlos para garantizar que la economía pueda crecer en el futuro. La confianza de los mercados es vital, así que hay que ofrecer en sacrificio a la bestia una rebaja de las condiciones de vida y trabajo de millones de personas. Nada de todo por la patria, todo por los mercados.
Esta semana escuchaba en una emisora de radio a un tipo repelente comentar una sesión de la Bolsa y afirmar, con total desparpajo, que las huelgas dañan la economía. Decía ese maleante que en Grecia, con las huelgas, no hacen sino ponerlo más difícil. Así las bolsas no suben. Las huelgas son malas para las bolsas, malas para la confianza de los inversores, malas para el crecimiento económico. ¡Pobres griegos, castigados por unos sindicatos extremistas, que en lugar de proponer mayores recortes sociales, convocan huelgas! Otra cosa es la Bolsa, los inversores son responsables y están buscando soluciones.
Todos los insultos que se nos puedan ocurrir serían pocos para referirnos a los canallas que gobiernan la economía del mundo y con sus decisiones, sus jueguecitos y sus imposiciones arruinan cada día millones de vidas. Es una pena que ningún tsunami los barra de la faz de la tierra. A ellos y a todos sus asquerosos cómplices, profesionales de la especulación, mercenarios del capital, defensores de la explotación, la rapiña contra el sur y la destrucción del único planeta que tenemos.
En momentos como estos, cuando comienzan a tomar cuerpo las medidas anticrisis, esto es, antisociales, del Gobierno español, no hay que perder de vista la esperanza de poner en marcha ese tsunami. No será fácil, porque los estados ya se están preparando para reprimir las protestas ciudadanas. Además, frente a tantos recortes, la labor de resistencia tenderá a imponerse frente a pretensiones de más alcance. Esto es comprensible. La batalla se abrirá en mil escaramuzas, en las fábricas y talleres, en las administraciones públicas, en la sanidad, en la enseñanza, entre los pensionistas, entre la juventud... Pero es muy importante mirar más allá de las múltiples luchas que estos «reajustes» van a prender. Y es que no se trata de defender el «estado del bienestar», sino de construir alternativas al maldito capitalismo.
No estamos ante una simple crisis cíclica, sino ante la constatación de lo que realmente es el capitalismo, un sistema que condena a la miseria a la mayor parte de la humanidad y que, en su insaciable carrera hacia la acumulación, amenaza ahora con devorar las conquistas sociales en lo que denominan «primer mundo». Esto es la tiranía del capital y no se trata de reformarla, sino de ir creando nuevos escenarios que permitan derrotarla.
Es obvio que no hablamos de tomar el palacio de invierno la próxima semana. Pero es posible y necesario hacer, también en lo social, algo más que resistir.