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Arde Bangkok tras el asalto militar al campamento de los «camisas rojas»

La capital tailandesa, Bangkok, era ayer una ciudad en llamas y asolada por numerosos actos de violencia que las autoridades no conseguían controlar, tras el asalto del Ejército al campamento fortificado de los «camisas rojas» que se saldó con al menos seis muertos y la rendición y detención de los principales líderes del movimiento antigubernamental. El Gobierno decretó el toque de queda en Bangkok y en otras 23 provincias del país.

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GARA | BANGKOK

El Ejército tailandés desalojó el miércoles el barrio comercial y turístico del centro de Bangkok ocupado desde mediados de marzo por los manifestantes antigubernamentales, conocidos como «camisas rojas», cuyos principales líderes se rindieron y fueron detenidos tras el asalto a su campamento, en que murieron al menos cinco personas, entre ellas un fotógrafo italiano, pero los enfrentamientos continuaron por la tarde en las zonas aledañas al lugar, donde se registraron varios incendios.

La Bolsa de Bangkok, varios centros comerciales, entre ellos el gigantesco Central World -el segundo mayor centro comercial del sureste asiático- y sus tiendas de lujo, ardían por la tarde. Según distintas agencias, grupos de encolerizados «camisas rojas» incendiaron 27 edificios en la capital y varios gobiernos provinciales y ayuntamientos en el norte y noroeste de país, bastiones del movimiento opositor.

A lo largo de la jornada, otros nueve cadáveres fueron hallados en el interior del templo budista de Pathum Waranan, situado cerca de la zona ocupara y donde se habían refugiado seguidores del movimiento opositor ante las amenazas de los últimos días. En total, desde que comenzaran la operación militar para aislar a los manifestantes, el pasado jueves, han muerto al menos 56 personas y unas 450 han resultado heridas. Con estas víctimas se eleva a 84 el número de personas que ha perdido la vida y aumenta hasta 1.800 la cifra de heridos desde que el 12 de marzo comenzaran las protestas de los seguidores del derrocado ex primer ministro, Thaksin Shinawatra, para reclamar la renuncia del Gobierno de Abhisit Vejjajiva, la disolución del Parla- mento y la convocatoria de elecciones anticipadas .

«Las autoridades detuvieron las operaciones», anunció un portavoz militar, que indicó que el campamento «rojo» estaba bajo control del Ejército y que éste esperaría a que los «camisas rojas» regresaran a sus casas para continuar su ofensiva contra «los que provocan disturbios». El Gobierno decretó el toque de queda en Bangkok y en 23 provincias del país, para evitar la propagación de los disturbios al norte y noroeste del país, al tiempo que una unidad de élite de la Policía recibió autorización para disparar contra «saqueadores y agitadores».

Rendición y detenciones

Poco antes, los líderes de los «camisas rojas» anunciaron, en un discurso lleno de emoción, su rendición y pidieron a los manifestantes que se dispersaran.

«Mis compañeros y yo vamos a entregarnos. Sé que estáis sufriendo. Algunos os habéis quedado sin voz. Pero no queremos más muertos», declaró Jatuporn Prompan, con los ojos llorosos. «Sé que para algunos de vosotros es inaceptable y que no queréis ni oír hablar de ello, pero no podemos resistir», añadió Nattawut Saikuar, quien agregó que «vamos a intercambiar nuestra libertad por vuestra seguridad. Hemos hecho todo lo que podíamos».

Poco después, los atrincherados en el centro de la capital empezaron a abandonar la zona y el campamento quedaba desierto.

Tras dos meses de protestas, al principio pacíficas y luego salpicadas de enfrentamientos violentos y de varias negociaciones sin resultado, el Ejército había logrado, en apenas unas horas, neutralizar la zona ocupada y forzar a los líderes del movimiento a renunciar. Nattawut Saikuar y al menos otros tres dirigentes del movimiento se dirigieron a continuación al cuartel general de la Policía para entregarse, mientras que un cuarto -el ex cantante Arisman Pongruengrong- fue capturado cuando intentaba dejar la ciudad.

El asalto final del Ejército, que días antes había cercado el campamento, se produjo al amanecer, horas después de que las autoridades acabaran, pese a los intentos de reactivación del diálogo por parte del Senado, con cualquier esperanza de que pudieran retomarse las negociaciones entre el Gobierno y los «camisas rojas» rotas el pasado jueves cuando Vejjajiva retiró su propuesta de celebrar elecciones anticipadas el 14 de noviembre.

Control o conflicto civil

Abhisit Vejjajiva se mostró confiado en que el Gobierno recuperará el control del país tras el fin de las protestas y devolverá «la paz y el orden», pero Shinawatra afirmó que el malestar político existente en el país asiático no se detendrá con la ofensiva militar y que el «resentimiento« puede inducir al pueblo a alzarse en armas y provocar un conflicto civil en todo el país.

El multimillonario Thaksin, exiliado por las causas de corrupción abiertas contra él en Tailandia, fue derrocado en un golpe militar en 2006, pero cuyo regreso reivindican miles de tailandeses, en su mayoría campesinos del norte y noroeste del país enfrentados a las élites de Bangkok y a los que el derrocado ex primer ministro ayudó con sus decisiones políticas.

El fortificado campamento antigubernamental se rinde entre disparos y canciones de lucha

A las 13.27 se dio la orden a los «camisas rojas»: «volver a vuestras casas». Con lágrimas en los ojos, pusieron fin a dos meses de protestas que comenzaron con alegría y terminaron con sangre.

«Hemos hecho todo lo que hemos podido», concluyó Nattawut Saikuar, líder del movimiento, dirigiéndose por última vez a los pocos miles de «camisas rojas» que, pese a todo, decidieron quedarse.

Ante el escenario, hombres de todas las edades levantaban sus puños y las mujeres lloraban. Minutos antes, todavía entonaban canciones de lucha.

El aviso del inminente asalto llegó de madrugada. Tropas y blindados se concentraron a la entrada del fortificado campamento.

«Mantengan la calma. Pase lo que pase, seguiremos juntos», dijo Nattawut Saikuar. «El Gobierno utiliza a los militares para reprimirmos, pero la nuestra va a seguir siendo una protesta pacífica», agregó.

Los tanques se llevaron por delante las barricadas y el asalto comenzó por el sur.

Hubo enfrentamientos, pero el Ejército no tuvo dificultades para tomar el lugar. Mientras, el ambiente junto al escenario era tranquilo y las mujeres seguían cocinando como en el último mes y medio.

Conscientes del avance del Ejército, los líderes «rojos» decidieron rendirse.

Tras la rendición, los «camisas rojas» emprendieron el regreso a las zonas agrícolas y pobres del norte y noroeste del país, bastiones del movimiento. AFP

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