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Gloria LATASA gloriamteo@hotmail.com

Frentes y montañas

Las montañas son un espacio de contrastes con respecto al tiempo. En ellas podemos disfrutar de días muy, muy buenos, o de otros extraordinariamente malos. En cualquier caso, todo lo que allí ocurre se ve agravado y amplificado por el propio efecto del relieve.

En el caso de los frentes, generadores de por sí de condiciones adversas, los movimientos adicionales de elevación del aire que favorecen las laderas pueden causar empeoramientos tan rápidos y virulentos que nos sorprendan y nos pongan en situación de auténtico peligro.

Para evitarlo, estar atentos a la evolución de las nubes y del altímetro nos pondría sobre aviso de la proximidad del frente, que podría dar precipitaciones aún antes de su llegada, a medida que va empujando al aire que se encuentra próximo al relieve y lo va obligando a ascender por sus pendientes.

Una señal de acercamiento de un frente cálido, con aire estable previo, es la aparición de cúmulos en la cercanía de las cimas y altocúmulos con aspecto de torreones indicando su crecimiento en altitud. Por el contrario, con aire inestable, podríamos ver altocúmulos en torno a los 3.000-4.000 metros y estratocúmulos hacia los 1.000-2.000 metros.

En el caso de la aproximación de un frente frío, con aire estable, aún antes de su llegada nos podríamos encontrar con nimbostratos que darían precipitaciones continuas y tranquilas de lluvia o nieve, según la altitud. Pero, con aire inestable, veríamos desarrollarse grandes cumulonimbos y nos podría sorprender una tormenta. En verano, el paso de un frente frío puede suponer un importante descenso de la isocero (de 4500 a 2500 metros en 24/48 horas), de las temperaturas (más de 10º C) y nieve a los 2000 metros.

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