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Gorka ANDRAKA Periodista

Érase una vez el prójimo

 

Vittorio Arrigoni, activista por los derechos humanos, llegó a Gaza en agosto de 2008 y allí sigue, resiste, todavía. Durante la Operación Plomo Fundido, la ofensiva israelí que en 22 días eliminó a 1.400 palestinos, la gran mayoría civiles, su blog se convirtió en el más visitado de Italia. Sus estremecedoras crónicas aparecen ahora en castellano recogidas en un libro imprescindible: «Seguimos siendo humanos». La frase, la máxima, con que Arrigoni finaliza todos sus relatos. «Restiamo umani», un salvoconducto contra la barbarie.

«En Gaza sólo los muertos han visto el fin de la guerra. Para los vivos no hay tregua posible en la batalla cotidiana por la supervivencia», cuenta Arrigoni. Y pienso en Bilbao, en esa amiga que hace un par de días tropezó en un socavón y cayó de bruces al suelo sin que nadie, y había mucha gente, se acercará a preguntarle qué tal estaba o si necesitaba algo. O pienso en Madrid, en ese anciano que me topé el domingo en el Metro. «Tengan ustedes muy buenos días», dijo y, tras pedir disculpas por las molestias, arrancó a cantar, a pelo, sin música. «Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas esas cosas había una vez cuando yo soñaba un mundo al revés». No cosechó ni un «gracias» de cortesía, ni una mirada cómplice, ni tan siquiera una triste moneda.

¿Seguimos siendo humanos? La duda ofende. Por supuesto que sí. Somos humanos aunque lo hemos olvidado. Y quizás para siempre.

 
 
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