Manuel Belleti consiguió el segundo triunfo de este Giro. A cinco kilómetros de su casa y a escasos metros del que fuera domicilio de Marco Pantani, su ídolo juvenil. Con lágrimas del joven corredor en el podio incluídas, parece el final perfecto para la 13ª etapa (223 kilómetros entre Porto Recanati y Cesenatico), pero no lo es tanto si cambia el cristal, en este caso geográfico, con el que se mira la película.

Porque Iban Mayoz estuvo muy cerca de suceder a su casi tocayo como vencedor vasco en una etapa de la prueba italiana. Y bien que lo mereció, aunque posiblemente también en este caso el cristal influya en la apreciación. Aunque, objetivamente, pocos podrán negar que el corredor guipuzcoano fue, sino el más, uno de los grandes animadores de la escapada del día.

La volvió a coger el hombre de Footon. Junto a otros 16 corredores, saltó en el kilómetro 62 para conformar una fuga que contó con el visto bueno de un pelotón consciente de los esfuerzos que exigirán las próximas jornadas, y en el que sólo Vladimir Karpets se movió sin fortuna. Las distancias fueron, por tanto, aumentando hasta alcanzar los diez minutos -sobrepasaron los siete en línea de meta, lo que permite a Mayoz ascender a la 12ª plaza de la general-, lo que posibilitó pronto a los fugados concentrarse en la lucha interina por el triunfo de etapa. Objetivo que persiguió con denuedo Mayoz, con buenas piernas y muchas ganas de quitarse de encima a los hombres más rápidos del grupo.

Lo consiguió a medias, porque el grupo llegó roto, pero todavía con integrantes más desenvueltos al sprint. Como Greg Henderson, que lanzó la minivolatta, para que Manuel Belleti le remontase en los últimos metros para delirio de los tiffossi locales.

La película se prevé muy diferente hoy, con la llegada de la alta montaña. Cierto es que sólo habrá un puerto, y con cuarenta kilómetros por delante hasta línea de meta, pero los 19 kilómetros de ascensión, con pendientes máximas del 14% del Monte Grappa permiten augurar guerra entre los hombres fuertes de la carrera, más aún tras el vuelco clasificatorio que supuso la etapa de L'Aquila.