«La sociedad catalana tiene todavía grandes retos que afrontar»
Jordi Porta concendió esta entrevista a GARA poco antes de dejar la presidencia de Òmnium Cultural, una entidad catalanista que agrupa a más de 20.000 socios de ideologías y adscripciones partidarias distintas. Desde esa importante atalaya. el entrevistado repasa los grandes ejes de la política catalana y, lo que es más decisivo, los retos que, a su juicio, afronta esa sociedad.
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Jordi Porta ha presidido durante los últimos años Òmnium Cultural y ha logrado apuntalar, cuantitativa y cualitativamente esta iniciativa que se puede definir como político-cultural. Antes de abandonar su cargo concedió esta entrevista, en la que aborda aspectos claves de la actual sociedad civil catalana.
¿Dónde ubica el éxito de las consultas por la independencia?
Yo creo que esto ha sido debido a un proceso. Hay quienes afirman que la gente ya se autodeterminó en 1979, sin embargo, lo que entonces tuvo lugar fue una reforma, no una ruptura. Tras 25 años era de suponer que se podrían plantear las cosas con mayor claridad; sin embargo, hemos visto que no y eso ha generado una cierta decepción.
En los últimos seis años hemos visto cómo el Estado español ha rechazado un Estatut aprobado en referéndum y con el apoyo del 89% de la representación parlamentaria, que aunque no satisface todas nuestras aspiraciones era un paso adelante.
Òmnium Cultural defiende el derecho de autodeterminación y que el pueblo de Catalunya pueda elegir libremente las relaciones que desea mantener con los pueblos vecinos. En ese sentido, a la hora de apoyar las consultas, pusimos dos condiciones. Una, que se hicieran con el máximo de garantías legales y formales para hacerlas bien, y en segundo lugar, no olvidar que no son una sustitución a las elecciones del Parlament. Consultar a la gente qué es lo que piensa es siempre positivo, es un valor democrático. Junto a ello, no debemos olvidar que una mayoría parlamentaria a favor del derecho de autodeterminación podría forzar la máquina y convocar un referéndum. Y frente a los que sostie- nen que eso podría suponer poner en crisis el llamado Estado de Derecho español, no podemos olvidar que el mismo es utilizado por el Estado para rebajar las aspiraciones democráticas del pueblo catalán.
Cuando se habla de un espacio transversal, ¿a qué nos estamos refiriendo, qué debemos interpretar?
Se trata de encontrar una mayoría social que esté a favor de la soberanía y de trascender los marcos concretos de cada partido político. Evidentemente, la transversalidad tiene sus límites. Ya se dio un intento en 2003 con el primer tripartito, cuando Esquerra optó por ese tipo de Gobierno en detrimento de CiU; se trató de abrir un nuevo espacio y recuperar sectores catalanistas de Iniciativa y socialistas.
La razón central de la transversalidad es conseguir una mayoría social que apoye una misma idea. Ahora bien, cuando para eso hay que rebajar el planteamiento, no tiene sentido. Una ventaja que conlleva esa apuesta es que realmente la única manera de salir de la actual situación es articulando una mayoría social detrás de este proyecto soberanista.
Hace algún tiempo, analizando con un profesor universitario el referéndum de Quebec, me comentó que se había perdido por poco, pero se había perdido. Al preguntarle cuándo se podría volver a convocar otra consulta me dijo que el día que un partido político incluyaeso en su programa electoral y gane las elecciones, deberá convocarlo para cumplir su programa. Luego, además, añadió: «Yo no envidio a Quebec respecto a Catalunya, lo que envidio es Canadá con respecto a España».
¿Y en lo referente a «actuar de manera plural»?
Òmnium Cultural debe tener un discurso que no parezca que sea la transmisión clara de las consignas de un partido político. Esto también tiene sus límites, porque en estos ocho años hemos tenido algunos conflictos difíciles de afrontar. Cuando nos posicionamos en contra del Tratado constitucional europeo, porque entendíamos que ponía en peligro la lengua y el modelo social, algunos miembros no compartieron esa posición; y también cuando decidimos apoyar el Estatut de 2005, cuando los partidos estaban divididos, también hubo algunas presiones.
Nosotros intentamos ser plurales, que no parezca, por tanto, que respondemos a las exigencias de un determinado partido político, y al mismo tiempo somos conscientes de que debemos posicionarnos ante algunas cosas.
Voluntarios, ilusión, gente trabajando de forma desinteresada... La sociedad civil catalana se ha puesto en marcha, pero habrá quien quiera pararla...
A mí me da cierto miedo que se produzca una especie de desánimo final. Me preocupa que después de todo el proceso, la abstención vaya aumentando. Es evidente que hay importantes déficits democráticos, los medios de comunicación buscan formar la opinión pública, los políticos simplifican sus mensajes, hay una cierta pérdida de credibilidad de esa forma de hacer política. Debemos permanecer, por lo tanto, vigilantes ante esos problemas, pero debemos evitar seguir resaltando todo lo malo, es necesario ser crítico, enmendar los errores, pero no creo que sea necesario recurrir a la flagelación permanente. Tengo una cierta inquietud, de que la gente, tras este proceso, tenga la sensación de que no conduce a nada...
¿Existe todavía el miedo en la sociedad catalana, el temor a que «salgan los tanques a la calle»?
Yo creo que el miedo militar no existe, más bien es el miedo a la reacción internacional. En el siglo XXI han surgido nuevos estados que han contado con grandes apoyos internacionales, pero en nuestro caso nos preguntamos quién nos va a apoyar. En Europa, que es una unión de estados, son éstos lo que mandan. ¿Qué pasaría si hay un conflicto democrático con el Estado español? ¿Cómo lo podríamos llevar adelante, qué deberíamos hacer?
¿La sociedad civil ha desbordado a los partidos políticos parlamentarios?
Es evidente que hay un cierto descontento con respecto a la situación política y, concretamente, respecto a los partidos políticos, pero eso no exime de que la gente vaya a votar a las elecciones. A mí me da miedo que nos encontremos en una situación donde no haya tradición política. Es cierto que algunos movimientos sociales se han generado al margen de esa tradición, que ha habido gente capaz de movilizarse para las consultas y que luego no va a votar. El día de las votaciones en Arenys de Munt me dirigí a la gente presente y les felicité, pero al mismo tiempo les dije: «Recuerden que esto deberá tener su traducción política cuando haya elecciones».
¿Qué es hoy en día Òmnium Cultural y que papel desempeña?
Òmnium Cultural se crea en 1961 a iniciativa de varios empresarios catalanistas que intentaban solucionar los problemas que generaba la dictadura franquista hacia la lengua, la cultura y la personalidad del país. La iniciativa estuvo prohibida entre 1963-1967 y a partir de esa fecha volvió a actuar, en un principio a través de premios literarios, clases de catalán, poniendo en marcha actividades y mecanismos que compensaran los efectos nocivos de la dictadura.
La nueva situación de los años ochenta nos hace plantearnos la necesidad o no de continuar, además bajó la afiliación y ésta también tendió a envejecer. A partir del año 2000 buscamos una renovación y dar respuesta a los problemas de la sociedad catalana que, evidentemente, no eran los mismos que los de los años 60. Buscamos incorporar a nuevas generaciones, asumimos más riesgos y afrontamos una modernización para hacer frente a nuevos problemas, como el auge de la emigración, con las implicaciones de cohesión social e interculturalidad que se generan, las nuevas tecnologías...
Intentamos responder a los nuevos retos y mantener una iniciativa social, no sujeta estrictamente a los ritmos de la Administración Pública, ni sujeta específicamente a las cadenas de transmisión de los partidos políticos.
Somos una entidad catalanista, pero con gente de sensibilidades partidistas distintas (más de veinte mil socios), y que al mismo tiempo intentan que haya aspectos fundamentales compartidos, que nos pueden llegar a dar una mayoría social.
Muchas personas remarcan la necesidad de construir país, de que lo que nos une es más que lo que nos separa...
Evidentemente esa realidad no es fácil de gestionar, porque si ante la situación y lo que hay que hacer en torno a la lengua, y la cultura también, puede haber más bien consenso, cuando se entra en temas como el nuevo Estatut, la sentencia del TC o las consultas, es algo más difícil.
Nosotros siempre hemos buscado tener una posición coherente. Esa diversidad evidentemente genera contrastes y diferencias, pero yo creo que es algo conveniente, que aporta riqueza a la entidad, y que es además interesante para el país que se den espacios claramente definidos a favor de la promoción de la lengua, la cultura y de la personalidad nacional y su institucionalización, y que sean compartidos por gentes que tengan sensibilidades partidistas diferentes. Yo creo que el país necesita esto y hemos intentado modestamente cubrir ese papel. En política, los objetivos finales de lo que queremos para el país son más comunes de lo que parecen. Se debe intentar buscar la mayoría social que comparte las mismas preocupaciones.
La sociedad catalana tendrá que afrontar los retos que se le avecinan...
Evidentemente, la sociedad catalana todavía tiene retos importantes a los que hacer frente, y sin duda alguna uno de los más importantes es la lengua, que además representa un caso singular en Europa, con más hablantes que algunas de las lenguas oficiales en otros estados (danés, finés o irlandés). Además, cuando en algunos países se toman medidas proteccionistas para su lengua se ve con normalidad, sin embargo cuando es Cataluña, que no es un Estado, la que toma esas decisiones se suceden las protestas y ataques.
Un primer reto que tenemos es reconocer que como pueblo poseemos los mismos derechos para poder tomar medidas políticas que discriminen positivamente aquello que ha sido perseguido. También debemos afrontar toda una serie de hábitos, procesos, que en ocasiones frenan el uso de la lengua en el ámbito público. Algunos manifiestan que la lengua catalana «es la lengua del aula, pero no la lengua del patio». Nos queda un importante esfuerzo para hacer.
Otro reto es la nueva emigración, con la que estamos trabajando a través de distintos programas en busca de una mayor cohesión social. Y tampoco podemos olvidar el espacio de la literatura, la cultura, las artes plásticas...que hacen que una cultura sea todavía más fuerte. De todas formas en algunos aspectos hay que reconocer que estamos mejor de lo que la gente cree. T.REKONDO