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El país de la eterna sonrisa (Tailandia) hierve de ira

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Si pasas delante de un banco, dale fuego». Fue la consigna que, desde «Radio Roja» daban los sectores más combativos del movimiento opositor después de que el Ejercito desalojara a sangre y fuego su campamento en el centro de Bangkok.

Qué lejos queda Tailandia, y qué cerca a la vez, a la luz de la crisis global que azota con fuerza a los alumnos más aventajados del sistema.

El tigre asiático, la segunda economía -tras Indonesia- del sudeste asiático, se ha revelado como lo que es, un gran escaparate que oculta, con cada vez más dificultad, unas desigualdades inmensas y crecientes.

Los mayoritarios campesinos del norte y noreste del país se han hartado de entregar a sus hijas a la prostitución en los grandes centros urbanos, para deleite de tanto desalmado turista sexual occidental. El expolio y la concentración de la riqueza en manos de la élite de Bangkok, formada por el entorno del rey y por una cúpula militar que ha protagonizado diez asonadas en los últimos 40 años, ha alineado a parte las depauperadas clases medias con la revuelta de los «camisas rojas».

Un movimiento éste muy heterogéneo que se ha unido bajo las banderas de la exigencia del retorno de la democracia y el reparto de la riqueza y cuyos dos meses de abierto desafío al poder, ahogado en sangre, han modificado para siempre la imagen de Tailandia.

El país de la eterna sonrisa escondía en realidad una mueca. Tailandia era un tigre de papel. ¿Seguirá Occidente haciendo como si nada, beneficiándose de paso del Gran Burdel en que lo han convertido sus gobernantes? No hagan apuestas.

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