Mikel INSAUSTI

El cine que toca la fibra sensible no distingue entre los clásicos y los realizadores nóveles, sobre todo cuando se logra dominar el tiempo narrativo para plasmar que son las personas las que envejecen, no sus sentimientos. Que dos cineastas de los nuestros hagan causa común con el Max Ophüls de «Carta a una desconocida» es un motivo de orgullo, y más aún cuando no han necesitado basarse en ninguna obra literaria como la de Stefan Zweig. En «80 egunean» está contenida toda la verdad sobre el amor que no muere con el paso de los años, sobre la inocencia que nunca se pierde, tal como lo describió García Márquez en su novela «El amor en los tiempos del cólera». Para atrapar en una pantalla la pervivencia del recuerdo emocional al saltar de una época a otra, en forma de casual y tardío reencuentro no hace falta otra ambición que la de la sinceridad desnuda, mediante la cual Jon Garaño y Jose Mari Goenaga logran trascender con su pequeña película.

Se trabaja mucho el estilo verista o docudramático con intérpretes no profesionales, pero la inmensa mayoría de los directores se conforma con una expresión facial, algún que otro leve gesto y un mínimo de palabras o frases poco comprometedoras. Suele tratarse, por lo tanto, de un riesgo calculado. En cambio, Itziar Aizpuru y Mariasun Pagoaga se atreven con páginas y páginas de diálogos que harían desistir a otras actrices más experimentadas. Si no les colman pronto de premios a estas dos valientes mujeres habrá que inventarlos especialmente para ellas, porque semejante capacidad de entrega a unos personajes tan difíciles se merece un verdadero y justo reconocimiento. Ellas acaban de hacer más que nadie por el cine en «euskara», junto con su compañero de reparto Jose Ramón Argoitia, al mostrar una naturalidad coloquial y una soltura en los giros de uso popular que sólo da la práctica asociada a los muchos años vividos. Una edad que no es obstáculo para que se lancen al agua en el sentido más literal.