Una fiesta increíble. Eso fue, ante todo, lo vivido ayer en París. No sé qué tiene este deporte... bueno, diría mejor lo que se mueve en torno a este deporte, que cada partido se convierte en la excusa para disfrutar. No me extraña, por ello, que en el Stade de France se vieran, amén de las rojiblancas camisetas del Biarritz Olympique y de las rojinegras del Stade Toulousain, toda la gama de colores posibles de otras aficiones que, una vez que habían adquirido la entrada, no estaban dispuestos a perderse el evento.

Galeses del Ospreys, ingleses del Newcastle, irlandeses del Munster y del Leinster. Todos mezclados conversando al pie de una barra, con las clásicas puyitas acerca de «aquella vez que os ganamos». Leía ayer en «L' Equipe» unas declaraciones de Raphaël Ibañez, ex internacional francés que en 2007 ganó la Heineken Cup con los London Wasp, que se impusieron a Leicester.

«Se disputó en un auténtico espíritu-rugby, pese a la rivalidad histórica entre ambos equipos. Había familias comiendo en el aparcamiento y, en algunos casos, estaban divididas entre ellas. Por ejemplo, un padre podía animar a los Wasps y el hijo ser hincha de Leicester. El ambiente era tal que, después del partido, jugadores de los dos equipos fueron al aparcamiento a buscar a sus familias y al final se pasaron la noche cantando y bebiendo con aficionados de los dos clubes», relata Ibañez.

Creo que es una bonita historia que merece ser contada en este espacio.