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Un soldado alemán muerto en Afganistán cuesta menos que uno estadounidense

Dos economistas levantan ampollas con unos datos que ponen en duda las cifras oficiales sobre los costos de la intervención militar alemana en Afganistán. La mayoría de los ciudadanos apoya la retirada mientras Berlín hace todo lo posible para aumentar las simpatías hacia las tropas.

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Ingo NIEBEL

El pasado viernes fue el turno del presidente alemán, Horst Köhler, de hacer historia: después del führer nazi, Adolf Hitler, era el primer jefe de Estado alemán que visitaba a tropas alemanas combatiendo en un país extranjero. El cristianodemócrata aprovechó su viaje de regreso de China para hacer una parada en Afganistán, donde, en compañía de su esposa, visitó la base alemana Marmal en Mazar-i-Sharif, al norte del país. El mandatario sólo estuvo dos horas -por razones de seguridad se mantuvo en secreto el viaje-, ya que el campamento alemán de Kunduz está siendo atacado a diario.

Desde 2001, 43 militares han caído en combate. Estos son los números oficiales, pero nadie sabe a ciencia cierta si ha habido también bajas en la ultrasecreta unidad de élite KSK porque, hasta ahora, todos los ejecutivos han mantenido un hermetismo absoluto sobre las operaciones de sus supersoldados. Para dejarlos en la oscuridad, los focos iluminaron a Köhler, cuya misión consistía en respaldar a las tropas. Les prometió que haría todo lo posible «para que en Alemania se honre lo que están llevando a cabo en Afganistán». El ex director del FMI añadió: «Su misión es correcta e importante, pero también es correcta y legítima».

Sus palabras expresan la posición del Gobierno de la canciller Angela Merkel (CDU), cuyo ministro de Defensa, el socialcristiano Karl Theodor zu Guttenberg (CSU) no pudo viajar al Hindu Kush porque con su voto tenía que defender a Merkel y a su ayuda al Fondo de Estabilización del Euro. Al telegénico político bávaro y suboficial de reserva le habría gustado estar con el presidente federal en Afganistán para aumentar mediáticamente las simpatías hacia una guerra que la mayoría social rechaza. Él mismo está siendo atacado en medio de una comisión investigadora del Bundestag por las diferentes interpretaciones que dio sobre la masacre alemana de unas 140 personas en Kunduz. A ello se añaden las informaciones sobre la falta de atención que sufren sobre todo los mutilados y los veteranos que regresan con trastornos síquicos, así como la pésima preparación didáctica y material de los soldados que se traducen en fatales errores durante los combates, tal y como lo muestran las últimas seis bajas.

De mal en peor

Para 2011, Zu Guttenberg debe ahorrar 600 millones de euros, a pesar de que había prometido a sus soldados más y mejor material, ante todo carros blindados. La suma a ahorrar corresponde al 60% de lo que cuesta, según datos oficiales, la intervención militar alemana en Afganistán cada año.

Sin embargo, dos economistas han hecho cálculos y les sale un montante tres veces más alto, es decir 3.000 millones de euros, calculando siempre en favor del Ejecutivo. Además, han puesto precio a lo que cuesta un soldado alemán muerto: 2,3 millones de euros. El economista estadounidense Joseph Stiglitz cotizó la muerte de un GI en 7,2 millones de euros porque en EEUU las indemnizaciones son más altas que en Europa.

Dichos cálculos y las correspondientes conclusiones levantan ampollas porque no surgen de algún centro pacifista sino del Instituto Alemán para la Investigación de la Economía (DIW). En una entrevista concedida a la revista sobre economía «Manager Magazin» los autores, Tilman Brück y Olaf de Groot, tuvieron que justificar sus resultados, duramente criticados por el Gobierno, las Fuerzas Armadas y el Partido Socialdemócrata (SPD), que junto con los Verdes, inició la operación en Afganistán en 2001. Ambos científicos explicaron su método y su intención, diciendo que «sólo cuando se presenta el coste de una guerra, se puede dar un debate publico sobre si el beneficio político de la guerra justifica el alto precio».

En un recopilatorio de entrevistas sobre la relación entre la Economía y la guerra, el director del Centro Austríaco de Estudios para la Paz y la Solución de Conflictos (ÖSFK), Thomas Roithner, dejó sentado que «el precio de la guerra es el que un país está dispuesto a pagar para recibir un determinado beneficio político».

En estos términos se desarrollará el debate en Alemania ya que Estados Unidos ha concentrado más de 5.000 efectivos en la zona de Kunduz para iniciar una operación con los militares alemanes contra la insurgencia afgana en junio.

 

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