ANÁLISIS | Guerra contra los cárteles mexicanos de la droga
Calderón, esclavo de sus mentiras en la falsa guerra contra el narco
Los datos que maneja y no quiere publicitar el Gobierno Federal muestran cómo la «guerra contra el narco» de Calderón es una falacia. Se trata más de un golpe mediático y de marketing con objeto de controlar los cárteles de la droga y el estado (y dinero) que genera su existencia.
Gari MUJIKA Periodista
El panista Felipe Calderón, que desde diciembre de 2006 es presidente de México tras unos comicios de dudosa transparencia, lleva más de tres años intentando vender una lucha mediática contra los cárteles de la droga que el tiempo se encarga de demostrar que se trata de una falacia, de otro método para continuar con un sistema en el que la corrupción inunda todos los ámbitos y resortes sociales.
En diciembre de 2006 anunció que abanderaría una guerra sin cuartel contra el narcotráfico. Una arenga que, como en Colombia, han proclamado todos sus predecesores, pero que luego se demuestra falsa. Los datos hablan por sí solos.
Una estrategia basada en la militarización del país. El gobernante del Partido de Acción Nacional ha centrado su estrategia contra el crimen organizado en llenar las calles mexicanas de militares, sustituyendo temporalmente en varios estados a las funciones de los federales y municipales. En total, rondan los 96.000 efectivos del Ejército los que el Ejecutivo de Calderón ha trasladado para esa tarea.
Según los datos oficiales del Gobierno federal con los que «vende» la guerra contra el narco, desde diciembre de 2006 hasta marzo de 2010 han sido 121.199 las personas detenidas por vínculos con los cárteles de la droga, pero solamente ha habido 735 sentencias firmes tras todos esos arrestos. Es decir, sólo significan el 0,6% de las detenciones informadas.
La revista de investigación «Contralínea» ha accedido a datos manejados por los gobiernos mexicano y estadounidense, en los que se reconoce que de todas esas detenciones, sólo 1.359 arrestados tenían vínculos «comprobables» con el crimen organizado; y de esos, 1.194 fueron enviados ante la Justicia, y 165 no fueron ni procesados.
Mientras, en ese mismo periodo, entre diciembre de 2006 y marzo de 2010, han sido más de 22.700 civiles mexicanos los que han muerto a consecuencia de la «guerra contra el narco». Fallecimientos que, aunque se aprovechen para endosárselos a los cárteles de la droga, incluyen un alto porcentaje de ejecuciones ilegales por parte de militares y policías de todo tipo.
Exportador mundial de drogas, pero Calderón cada año decomisa menos. También envió a los militares a decomisar y destruir las plantaciones de marihuana y de amapolas -opio y heroína- que inundan México, pero los resultados que el presidente ha presentado han dado un balance negativo.
Los informes de 2008, 2009 y 2010 del International Narcotics Control Strategy Report insisten en que México es el trampolín del principal consumidor de drogas: los EEUU. Así, según esos informes, se calcula que el 90% de la cocaína consumida en los EEUU llega de México. Y cuentan con una relación inversa que también implica de lleno a la ineficacia de la estrategia de Calderón: los EEUU son los principales exportadores de armas a México. Ni qué decir del rol que desempeña el país azteca en el lavado de ese dinero y su introducción en el mercado mundial.
Con los militares también en tareas de decomiso y destrucción de plantaciones, hasta noviembre de 2009 se erradicaron 14.135 hectáreas de marihuana, en comparación con las 18.663 de 2008; entre 2002 y 2006 el promedio anual fue de 30.000 hectáreas. En plantaciones de amapolas, 11.471 hectáreas en 2009 frente a las 13.189 de 2008.
Al respecto, el Tribunal Superior Agrario de México informó en febrero de que el narcotráfico controla el 30% de la tierras agrarias de todo el país -que cuenta con 31 estados y la figura central de México D.F.- y que, con la crisis económica, muchos agricultores sólo encuentran la opción de colaborar con los narcos para sobrevivir. Con el aporte de éstos es como los agricultores pueden adquirir semillas.
La infiltración de los cárteles en los estamentos de poder no ha sido calibrada. El Gobierno no ha escatimado esfuerzos en vender su apuesta por depurar y limpiar los corruptos cuerpos policiales mexicanos, donde incluso para los ascensos internos se demanda una «mordida».
El ejercicio que no ha querido hacer el Gobierno, sin embargo, ha sido el de visualizar la realidad que existe en cada estado. Qué ocurre en uno que gobierna el PAN, y qué ocurre en otro que dirige el PRI. Y, luego, cuál es el cártel que predomina en la zona. Aunque los cárteles mexicanos operan por todos los estados y viven en una permanente guerra intestina por el control de las plazas, el territorio y los corredores para el transporte de las drogas -el Cártel de Sinaloa; la Familia Michoacana; el Cártel de Juarez, el de los Beltran-Leyva; el Cártel del Golfo; y el cártel del Milenio-, lo cierto es que no tienen futuro sin cobertura y protección políticas.
Otro de los golpes mediáticos de Calderón fue la ejecución del llamado «jefe de jefes», Arturo Beltrán Leyva, «El Barbas», en diciembre de 2009 por parte de militares mexicanos en Cuernavaca, en una ciudad en la que a todas luces no contaba con la protección que sí ostentaba en los habituales lugares que operaba. En 2008 se descubrió que su cártel llegó a tener en nómina a 450.000 funcionarios, cargos públicos y policías.
No es de extrañar que la revista «Forbes» incluyera en 2009 al jefe del Cártel de Sinaloa, Joaquín Chapo Guzmán. E incluyó al jefe del cártel más poderoso de México en la lista de los más ricos y en la de los hombres más influyentes del mundo. Así que son creíbles las informaciones que estiman que el Chapo, sólo para su protección, cuenta con más de mil personas. Tan influyente es que desde que en 2001 se fugase de una cárcel no han podido (o querido) arrestarlo, pese a ofrecer 30 millones de dólares por algún dato sobre el sinaloense.
En los últimos meses se ha recrudecido la guerra entre los cárteles, lo que, además, ha dado paso a que florezcan las empresas de seguridad privada, donde se estima que trabajan cerca de 900.000 personas. La infiltración y controlar información sensible es aún más fácil.
Existen demasiadas variables para asegurar que Calderón perderá esta guerra -no contra los cárteles, sino para su control-, pero sólo hay que atender a que se trata de un país con más de 107 millones de habitantes con desigualdades sociales y económicas dantescas, y donde el hampa da de comer a miles de bocas. No hay más que ver qué ocurre en Jamaica cuando tratan de arrestar a Christopher Dudus Coke para extraditarlo a los EEUU. Cientos de personas se han levantado en Kingston -van más de 50 muertos- para proteger a su Robbin Hood, el narco que paga los estudios de sus hijos y les da de comer.