Crónica | Los conflictos del siglo XXI
Nuevo repunte de la tensión en los suburbios franceses
Insultos, salivazos y pedradas, las agresiones a los conductores de autobús en el Estado francés apuntan a un repunte de la tensión, siempre presente, en los arrabales, escenario de una insurrección en 2005.
Gaël COGNE France Presse
El último incidente del que se ha tenido conocimiento tuvo lugar el sábado 1 de mayo en Tremblay-en-France (norte de París), cuando un grupo de individuos encapuchados dio fuego a dos autobuses, forzando el parón del servicio de transporte.
Es la tercera vez en un mes en que los autobuses son objetivo de ataques en ese municipio.
«Todos los ingredientes están reunidos para que haya un 2005 bis», advierte Yannick Danio, delegado estatal del sindicato policial SGP. «Lo único que falta es un incidente grave que sirva como detonante», añade.
En octubre de 2005, la muerte por electrocución de dos jóvenes cuando eran perseguidos por policías en Clichy-sous-Bois, en la misma periferia del norte parisino, provocó tres semanas de disturbios que dejaron en evidencia, entre otras cosas, el drama social de los suburbios franceses con una importante proporción de población originaria del Magreb y de África.
Tras los nuevos episodios, que se han multiplicado en las últimas semanas, la Policía observa un fenómeno de mimetismo entre los arrabales. En la región de París, y sólo en el mes de abril, se registraron ataques contra transportes públicos en al menos cuatro municipios.
Como los policías y los bomberos, los conductores de autobús no son un objetivo escogido al azar. El sociólogo y profesor de la Universidad de Nancy-II, Michel Kokoreff, tiene claro que «la RATP (sociedad que gestiona los transportes parisinos) simboliza una cierta fortaleza institucional y, a la vez, la seguridad en el empleo». Todo ello sin olvidar el eco mediático de este tipo de ataques. «Un autobús en llamas, es triste decirlo, es un suceso telegénico», añade.
Una redada policial
Lo que no cuenta este experto, y calla la Policía, es que fue precisamente una redada policial el detonante de esta ola de ataques. Fuentes locales de Tremblay-en-France, una localidad de 35.000 habitantes, aseguran que la Policía llegó a mediados de abril escondida en un camión municipal y que practicó varias detenciones entre los jóvenes. Desde entonces, todo lo que huela a público se ha convertido en objetivo. Y los ataques son cada vez más cotidianos, claro síntoma de un endurecimiento de la situación en la periferia.
Richard Jaubert, delegado del sindicato CGT en el sector, explica que «los transportes públicos representan al Estado, al orden público, y se han convertido por esta razón en objetivos». Más aún cuando «nosotros llegamos a zonas a donde nadie se atreve a ir».
El fenómeno no se circunscribe a la región parisina. En «provincias», varios trabajadores de transportes públicos han dejado de trabajar después de registrarse agresiones a conductores o a controladores, como en Orleans, Nimes, Niza y Montpellier. En todas esas ocasiones el eco mediático ha sido importante.
El fenómeno ha alcanzado incluso a ciudades reputadas como tranquilas. Joaquim Bispo, del sindicato Force Ouvrière (FO), informa de sabotajes contra autobuses en el centro de Dijon.
Para luchar contra estos fenómenos, el Gobierno Sarkozy presentó a mediados de abril un plan de seguridad en los transportes, centrado sobre todo en la videovigilancia. Pero los sindicatos han mostrado públicamente sus reservas y reclaman más medios humanos.