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Everest Precocidad

Una historia sin fin: los niños y la altitud

Con tan sólo 13 años, el estadounidense Jordan Romero se ha convertido en la persona más joven del mundo en alcanzar la cima del Everest. Tuvo que subir por la ruta normal de la cara tibetana, ya que las autoridades nepalíes exigen una edad mínima de 16 años.

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Andoni ARABAOLAZA

Decía recientemente un ochomilista consagrado que, con alguna que otra excepción, las ascensiones que se dan cada año en el techo del mundo, el Everest (8.848 m), son fiel reflejo de la decadencia, la estupidez, la sinrazón... de la que está contaminada la actual sociedad. Y, para que otros no se sientan ofendidos, añadía que esa sociedad es la llamada avanzada o desarrollada.

No hace falta recordar las situaciones esperpénticas que se viven en el seno de las laderas del Everest y las barbaridades que se realizan para hollar la cima más alta del mundo: gente sin ningún tipo de preparación alpina, aprendizaje in situ de ciertas técnicas, utilización bochornosa del oxígeno artificial nada más salir del campo base, intentos de récords de todos los colores...

Y justo en ese contexto, durante esta pasada temporada del pre-monzón saltaba la noticia de que un niño estadounidense de 13 años hollaba la cima del Everest el pasado 22 de mayo. Su nombre: Jordan Romero.

Como cabía esperar, la ascensión de este niño a la cima más alta del mundo vino precedida de polémicas y duras críticas hacia sus padres, por someter a un niño de 13 años de edad a un esfuerzo tan exigente y a una altitud tan extrema como la que tiene el Everest.

Una vez más nos encontramos ante una situación que para muchos ha rebasado el listón de la responsabilidad. Se dan casos de que chaval de 13 años quizás sea más adulto que otro de 18. Pero ya sabemos que los 18 significa la mayoría de edad, mientras que los de 13 son responsabilidad de los cabeza de familia.

Muchos son los que se preguntan: ¿Qué edad tendrá el siguiente?, ¿10 años?, ¿8?, ¿Menos?, ¿Cuándo se va a dejar de poner a los niños en situaciones de riesgo de este tipo?

Los padres de este chaval han hecho caso omiso a todas las críticas que han recibido, y su respuesta a todas ellas ha sido la siguiente: era la voluntad de Jordan.

Ahí queda pues registrado el récord de Jordan Romero: la cima del Everest con tan sólo 13 años. Lo logró el pasado 22 de mayo junto a su padre Paul Romero y la novia de éste, Karen Lundgren.

Cara norte y oxígeno

Sobre la expedición de este niño al Everest, tenemos que decir que tuvo que ascender por la ruta normal de la cara norte o vertiente tibetana. Podía haber sido también por la normal de la cara sur o vertiente nepalí, pero las autoridades de este país sólo extienden permisos de ascensión a los mayores de 16 años.

En cambio, las autoridades chinas que ocupan Tibet no han puesto ningún impedimento para que Romero ascendiese por la cara norte a pesar de contar sólo 13 años. Así pues, los chinos han dejado pasar por alto la exigencia de poner límite a la carrera de los más jóvenes por escalar el punto más alto de la Tierra.

Con la vía libre, la familia estadounidense se puso en marcha. Antes de emprender el ataque a cima estuvieron aclimatando varias semanas entre el campo base y el campo base avanzado (6.187 m). Las previsiones meteorológicas adelantaban una próxima ventana de buen tiempo, y los Romero la aprovecharon.

El 19 de mayo empezaría la escalada definitiva al techo del mundo. Con la ayuda del oxígeno artificial, el joven Romero y sus padres fueron cumpliendo a rajatabla el ritmo de ascensión de las demás expediciones. Finalmente el día 22 pisaban la cumbre del Chomolungma. El tiempo se mantenía estable, y los expedicionarios fueron capaces de bajar en esa misma jornada hasta el campo 2. Una jornada más tarde y sin problemas llegaban al campo base.

De esta forma, Jordan Romero se convertía en la persona más joven del mundo en haber alcanzado la cumbre del Everest. Así, el estadounidense supera el anterior récord que ostentaba una chica de 15 años: Ming Kipa. Eso sí, sigue siendo la mujer más joven que ha hollado la cima más alta del mundo.

Otro de los récords en precocidad que también llamaron la atención fue el que firmó en el 2001 el nepalí Temba Tsheri. Sólo contaba con 16 años. Pero aquella escalada le dejó importantes secuelas, ya que perdió cinco dedos a causa de las graves congelaciones que sufrió.

Y la verdad sea dicha, estas ganas por ser el primero en ascender el Everest tan joven no paran. El indio Arjun Vajpai, de 16 años, alcanzó la cima del Everset el mismo día que Jordan Romero.

«7 Cimas»

Pero la ligazón que tiene Jordan Romero con la altitud no viene de ahora, de ese récord del Everest. Según su padre, ya lo tenía claro desde temprana edad: «Con 9 años nos pidió como regalo de cumpleaños intentar ascender las siete cumbres más altas del mundo: el llamado proyecto de las 7 cimas. Y nosotros no le pusimos ningún impedimento».

Dicho y hecho. En el 2006 empezó el proyecto subiendo el Kilimanjaro (5.895 m, Africa). El año siguiente se hizo con un triplete: el Kosziusko (2.228 m, techo de Australia pero no de Oceanía), el Elbrus (5.642 m, Europa) y el Aconcagua (6.962 m, América del Sur). En este último se tuvieron que valer de un permiso especial. Un juez de Mendoza les permitió seguir con la expedición, a pesar de que el Parque prohíbe aventurarse por allí a los menores de 14 años.

En el 2008 cayó el Denali (6.194 m, América del Norte), y un año más tarde el Carstensz (4.884 m, Oceanía). Tras el Everest de este pasado mayo, a Romero sólo le queda el Monte Vinson (4.892 m, Antártida). El próximo récord está al caer.

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A sus 13 años se ha convertido en la persona más joven del mundo en pisar el techo del mundo, el Everest. Hizo cima junto a su padre y la novia de éste.

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El niño estadounidense está inmerso en el proyecto «7 Cimas». Empezó con 9 años y sólo le queda la cima del Monte Vinson.

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Romero tuvo que ascender por la normal de la cara norte o vertiente tibetana, ya que las autoridades nepalíes exigen una edad mínima de 16 años.

La regla de oro en la altitud: garantizar que el niño se divierte y no se entrega a la voluntad de los adultos

Los efectos nocivos de la altitud en el cuerpo humano se han observado y descrito desde el siglo I. Desde la segunda mitad del siglo XX, con el desarrollo de las expediciones científicas, la fisiopatología y el tratamiento de las enfermedades de altura son más conocidos actualmente. Pero hay una gran carencia de datos en los niños y la mayoría son extrapolados de los adultos.

A pesar de todo, un grupo internacional de expertos publicó por consenso en el 2001 una serie de recomendaciones con datos interesantes sobre los niños y la altitud. Los expertos hablan de varias situaciones de riesgo específico en los niños. Señalan que las enfermedades tipo resfriados, bronquitis o neumonía pueden aumentar el riesgo de edema pulmonar, especialmente en niños en edad preescolar.

Según el informe, los niños que sufrieron un flujo sanguíneo pulmonar perinatal son más propensos a la hinchazón bajo el efecto de aumento de presión en la circulación pulmonar. Los niños que sufren el Síndrome de Down parecen ser más susceptibles al edema pulmonar que otros niños, probablemente debido a los cambios de sensibilidad en algunos órganos (corazón, pulmón, sistema inmune...).

Otro factor de riesgo que, es menos común en nuestra sociedad, es que los niños que viven todo el tiempo en montañas que están por encima de los 3.000 metros de altura y que bajan por un corto periodo de tiempo a las llanuras es más probable que sufran un edema pulmonar cuando regresen a su altitud habitual.

Asimismo adelantan que los síntomas en los niños más mayores son probablemente los mismos que los que sufren los adultos. Pero inciden que en niños más pequeños los síntomas de mal de altura agudo suelen ser difíciles de identificar. Por ejemplo, los mensajes verbales de niños de 8 años no son siempre compatibles con su estado objetivo.

Así, piden atención a esos posibles síntomas de agitación general, falta de apetito, falta de interés en el juego y en los trastornos del sueño. Los síntomas comienzan a las 48 horas de la ascensión. En general, cada síntoma y cada cambio de comportamiento en los niños en alturas de 2.500 metros deben ser interpretados como signos de mal de altura agudo y, por lo tanto, debe imponerse el retorno a alturas más bajas. Es decir, el tratamiento de episodios agudos en montaña en los niños es idéntico al de los adultos. Y de esta manera, la prevención debe de seguir la misma dirección.

Entre otras recomendaciones, el grupo de expertos internacionales quiere incidir en una de las más importantes. Le llaman la regla de oro: para iniciar una ascensión en altitud, ante todo hay que garantizar que el niño se divierta, se sienta cómodo, no se entregue a la voluntad de los adultos para batir récords y sea capaz en cualquier momento de satisfacer su deseo natural de jugar.

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