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Raimundo Fitero

La violencia que no cesa

Los noticiarios abren cada emisión con un nuevo caso de violencia machista. Es una constante que empieza a ser escandalosa. Los vecinos se muestran consternados y sorprendidos. «Nunca se les había visto discutir» o «eran una pareja que siempre iban juntos a todos los lados», se escucha decir con reiteración lacerante. Es la cara de la tortura silenciada. La hipocresía social formando una coraza para ocultar un infierno bendecido. Las mujeres asesinadas sufren a solas en sus casas, en compañía del hombre al que probablemente quieren o han querido, incluso es posible que lo hayan amado. Sufren en la calle simulando una normalidad que se ha destruido hace días, semanas, meses o años, pero el miedo paraliza, impide dar el paso al frente, no quieren denunciar a sus parejas por conmiseración, porque creen en que todo puede ser pasajero, que ese monstruo que le grita y le amenaza cambiará. Mueren fruto de una violencia estructural, sin paliativos, a solas, envueltas en sangre, supongo que viendo los ojos de aquel hombre que alguna vez le hizo creerse feliz.

Las estadísticas son demoledoras, suben los asesinatos, el porcentaje de casos no denunciados es flagrante, las maneras de perpetrar los crímenes son muy similares, aunque pueden variar las armas, existe un retrato robot de los que asesinan a sus compañeras, esposas, novias, sobre todo cuando ellas intentan terminar la relación. ¿No se puede hacer algo más? Las leyes no sirven para acabar con este terrorismo de género, es la educación, la constancia, la divulgación de conceptos inequívocos sobre la libertad, sin matizaciones religiosas, lo único que podría surtir efectos en el medio y largo plazo. Mientras tanto, contundencia, ayuda, cobijo, dar señales claras a las mujeres que sufren de que existe una salida, una posibilidad de vivir, siendo las dueñas de su vida.

Una advertencia final: se ruega a todos los que intervienen en estos casos desde las instituciones o los medios de información que omitan la nacionalidad o la etnia de los asesinos y de las asesinadas. No utilicemos signos xenófobos a modo de excusa porque agravamos el problema. Estamos ante una plaga universal.

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