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Ainhoa Jauregi Bióloga

¡Ay, madre Tierra!

Con argumentos sólidos, pero también con cifras. Así explica la autora del artículo su posición crítica ante la política que siguen los gobiernos de las diferentes administraciones en Euskal Herria en materia de infraestructuras (TAV, carreteras...). Jauregi atribuye a los responsables de estas instituciones el impulso de un «crecimiento perpetuo» que es biológicamente insostenible.

«Qué triste es cantarle al viento cuando hay que cantarle al Hombre, / menos mal que el viento sabe demasiao p'a que se asombre...»

Así comienza una de las canciones del cantautor argentino José Larralde. Cada vez que la escucho y cada vez que leo alguno de los artículos que mencionaré a continuación, pienso que nuestra sociedad consumista hace oídos sordos a las limitaciones biofísicas de nuestro único hogar, que es la Tierra. En un artículo publicado el 12 de noviembre de 2009 por «El Diario Vasco», Iñaki Barrón de Angoiti, director de la alta velocidad de la Unión Internacional de Ferrocarriles, comentaba que con la «Y» vasca podríamos llegar desde San Sebastián a Bilbao en media hora o estar frente a la Torre Eiffel en menos de cinco horas.

En «Noticias de Álava», el 16 de febrero de 2009, el Gobierno Vasco de la anterior legislatura explicaba que gracias al TAV todos los días se retirarían de la carretera 6.000 coches y 1.200 camiones, reduciendo así la emisión a la atmósfera de 25.805 toneladas de CO2 al año.

Según otro artículo publicado el 14 de marzo de 2008 por «El País», en el tramo de Bizkaia de la A-8, cerca de 22 kilómetros (entre Basauri e Iurreta) dispondrían de un tercer carril. Mientras que en la parte de Gipuzkoa el tercer carril se extendería en un total de 53 kilómetros. Debemos tener en cuenta que por el tramo Zarautz-Donostia de la A-8 la intensidad de tráfico supera los 35.000 vehículos/día, según datos de Bidegi.

El mismo artículo, además, citaba que el objetivo de la construcción de la carretera Supersur es para intentar aliviar la saturada A-8 a su paso por el área metropolitana de Bilbo. La Diputación de Bizkaia pretende que la Supersur absorba 42.000 vehículos diarios.

Por lo tanto, si con el TAV podremos llegar en media hora de San Sebastián a Bilbao, se evitan liberar 25.805 toneladas de CO2 al año, y además, ayuda a solucionar los problemas de tráfico de nuestras saturadas carreteras, ¿por qué se quieren construir la carretera Supersur y ampliar el tercer carril de la autopista Bilbao-Behobia (A-8)? Porque el TAV no puede eliminar los problemas de tráfico de las carreteras.

Por otro lado, la construcción y ampliación de más carreteras, en un principio ayudaría a descongestionar aquellas otras que estén colapsadas, pero a su vez nos introduce en un círculo vicioso: Primero, porque con el paso del tiempo estas nuevas terminarán saturándose, tal y como ha sucedido con las antiguas carreteras. Segundo, porque la construcción de más infraestructuras (autopistas, TAV...) conlleva a la reducción de la superficie de ecosistemas productivos de importancia vital para los seres vivos, incluidos nosotros. Y por último, porque crear más carreteras acarrea el aumento de vehículos dependientes de combustibles fósiles, incrementando así las emisiones de CO2 al aire. Esto lo podemos ver a continuación:

Para calcular las toneladas de CO2 que emitirían al año los 42.000 vehículos que circulasen todos los días por la Supersur, tengamos en cuenta un ejemplo publicado en septiembre del 2005 por «Investigación y Ciencia»: «Si un automóvil consume 10 litros por cada 100 kilómetros y al año recorre unos 13.000 kilómetros, habrá que comprar en ese tiempo alrededor de 1.300 litros de gasolina. Quemar esa cantidad de gasolina envía a la atmósfera por el tubo de escape unas tres toneladas de CO2 (la combustión de un litro de gasolina equivale a la emisión de 2,4 kilogramos de CO2)». Debo añadir que el consumo de diez litros de combustible por cada 100 kilómetros no es una cantidad exagerada, ya que del uso de todo tipo de vehículos (camiones, autobuses, furgonetas, todoterrenos y coches) obtendríamos un promedio que superaría con creces la cifra de 10 litros/100 km.

42.000 vehículos x 3 toneladas de CO2 por cada vehículo = 126.000 toneladas de CO2 que emitirían al año los 42.000 vehículos que circulasen todos los días por la Supersur. Y esto sin contar con la ampliación del tercer carril de la autopista A-8.

Hay que añadir que la energía requerida para que circulasen los TAV se obtendría a partir de las centrales térmicas. Éstas pueden generar energía empleando como combustible el gas natural, por ejemplo: la de Boroa en Bizkaia, la de Lantaron en Araba... También las hay que en vez de gas utilizan carbón y fuel-oil, como la central de Iberdrola en Pasaia, que posee el permiso de seguir funcionando hasta 2022. Y por último, estaría la de Santurtzi, que requiere fuel-oil. Como podemos ver, todas las centrales emplean combustibles fósiles. Bien se sabe que las centrales que usan el gas natural emiten menos CO2 que aquellas que emplean carbón y/o fuel-oil. En los últimos años se han construido centrales de ciclo combinado en vez de las que requieren carbón y/o fuel-oil.

Pero esto no quiere decir que las de ciclo combinado no superen el límite permitido de emisiones de CO2. He aquí un ejemplo publicado por «Deia» el 6 de junio de 2006, que menciona que la central térmica de Boroa superó los Derechos de Emisión de CO2 que tenía permitidos para el 2005, liberando 794.304 toneladas de CO2 en vez de 748.412 toneladas de CO2, es decir, 45.892 toneladas más.

Tenemos que tener presente que aún no están en marcha los trenes de alta velocidad y que si llegaran a funcionar, las mencionadas centrales térmicas emitirían aún más CO2 a la atmósfera repercutiendo en el cambio climático.

El TAV destruirá para siempre un gran número de ecosistemas, entre ellos, 31 kilómetros de acuíferos. La gigantesca infraestructura eléctrica que requerirá generará intensos campos electromagnéticos, repercutiendo a la salud. Aumentará en un grado importante la contaminación acústica (entre 79 y 94 decibelios a 250 metros de distancia, siendo perjudicial para la salud). Se emplearán grandes cantidades de cemento para construir los túneles, viaductos... por lo que esto a su vez traerá a que se abran nuevas canteras, destrozando aún más el medio ambiente. El presupuesto para la construcción del TAV es de unos 9.000 millones de euros, lo cual conllevará a la disminución de los gastos sociales...

Por desgracia, el Gobierno Vasco, el Gobierno de Nafarroa... creen en el crecimiento económico perpetuo. Siendo eso así, no debemos olvidar que la economía es un subsistema de esa biosfera finita de la que depende su existencia. Cuando la expansión económica presione demasiado sobre el ecosistema, empezaremos a sacrificar el capital natural (pesca, combustibles fósiles, agua...) mucho más valioso que el capital de origen humano añadido por el crecimiento (carreteras, fábricas, maquinarias...).

Llegaremos entonces a un «crecimiento antieconómico», en el que se producirán más «males» que bienes. La humanidad debe cambiar el actual modelo económico; debe implantar una economía viable, que preste atención a las limitaciones biofísicas inherentes. En esa economía viable, el mantenimiento y las reparaciones, por ejemplo, cobrarían mayor importancia de la que en estos momentos tienen. Son servicios de mayor contenido en mano de obra y hasta cierto punto protegidos contra la deslocalización.

Cambiar el actual modelo económico e implantar otro que verdaderamente sí sea sostenible entraña un cambio tan radical en las mentes e intenciones de políticos, empresarios, gente de a pie... que juzgarían como imposible tal proyecto. De modo que la única opción alternativa que nos quedaría sería la economía del crecimiento perpetuo, biofísicamente imposible. Entre abordar una imposibilidad de orden político y una imposibilidad de orden biofísico, esta última es todavía más tajante, por lo que deberíamos cambiar la primera.

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