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Raimundo Fitero

Nublado

La señora Merkel ha advertido a sus conciudadanos sobre la larga travesía del desierto económico que puede durar décadas, y que va a cambiar el modelo de vida de los alemanes. Uno siente escuchar estas proclamas intentando mantener la compostura, escudriñando entre las frases eclécticas los mensajes satánicos que llevan. Dicen los analistas que se trata de un discurso interno, para intentar salvar los malos resultados electorales de hace poco y el deterioro de su postura entre los electores germanos. Pero lo que dice resuena en todo el mundo. Angela se parece cada día más a la Dama de Hierro, aquella señora de pelo cardado que desmontó parte del sistema social inglés, que machacó a los sindicatos, que laminó a las clases trabajadoras.

Si la llamada locomotora europea se gripa, ¿qué será del proyecto de unión monetaria y económica? Miramos atónitos a lo que está sucediendo, pero todavía parece que no hemos interiorizado la gravedad de la situación. Miramos la tele y solamente encontramos voceros repitiendo consignas. Los funcionarios insisten en separarse del resto de la clase trabajadora y se meten en huelgas propias, para marcar su territorio. La señora Merkel anuncia una baja de diez mil funcionarios en Alemania, y habla de recortes en gastos militares; claro, es la pantalla para que no se vea cómo se desmonta el sistema de protección social, lo que hemos dado en llamar alegremente el Estado del Bienestar.

¿Una huelga general en Europa? Eso dicen otros voceros sindicales. ¿Contra quién? ¿Se está planteando la esperada huelga general política que acabe con el sistema capitalista? Parece que no, que se trata de algo un poco más folclórico, más demagógico, como una manera de justificación para hacerse ver por los medios de comunicación. Lo que están haciendo unos y otros, de manera descarada, es refundar el capitalismo a costa de los de siempre. Así que hoy está un poco más nublado para todos. Con la excepción de la princesa del pueblo, Belén Esteban, que gana bastante más que cualquiera, incluidos presidentes de gobierno, simplemente por gritar en un plató después de haber vendido su cuerpo y su alma.

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